El diluvio: Ecos de una derrota y una “traición”


Rafael Cardona

Algunas personas se han dirigido a esta columna para comentar los pronósticos previos de este columnista, en la radio y en los diarios.  No fui el único en errar.

No faltó quien dijera: debiste haber cambiado el pronóstico publicado un día antes de la victoria de Hillary Clinton, a pesar de las salvedades de su redacción y la advertencia de cómo se podría convertir simplemente en la expresión de una idea esperanzada.

Pero no era un “wishfull thinking”. Fue en todo caso lo que pudo haber sido, y no fue. Por eso lo dejé tal cual. Fue una apreciación con base en datos incompletos, lo cual hace aún más ardua cualquier predicción.

Pero basado en el axioma: “el periodismo no es una ciencia exacta”, debemos pasar ahora a otras cosas, relacionadas con el mismo suceso cuya trágica dimensión ha estremecido el globo.

Si John Reed sintetizó la Revolución Bolchevique, en los diez días suficientes para conmover al mundo,  Donald Trump necesitó solamente uno para sacudir el planeta como si fuera un trapo de cocina.

Pero ni siquiera en el caso de otro resultado electoral la vida entre Estados Unidos y México se podría convertir en un jardín de rosas. Algunos optimistas  han expresado su confianza en una actitud moderada de Trump, especialmente después de escuchar sus primeras palabras de en las cuales el lobo furioso parece haber melificado su conducta o al menos su discurso.

Ya no grita como el monstruo del pantano y se muestra conciliador y generoso. Pero esa es, para muchos, una simple apariencia en la comodidad y suficiencia de la victoria.

Trump, me dijo un experto, no va a gobernar a base de amenazas. Va a olvidarse pronto de sus bravatas de campaña y las cosas se suavizarán en cuanto arranque  el gobierno obligado a un insobornable diálogo con la realidad.

“A lo mejor se convierte en el buen presidente”. Lo dudo.

A mi esa postura, en la cual al final triunfa la bondad y se impone la cordura, me parece absolutamente romántica.

Trump no llegó a donde está para convertirse en otra persona una vez logrado el poder. Peor todavía, ahora, investido de potencias extraordinarias para cualquier mortal, le ofrecerá al mundo su verdadero rostro.

La frase de Abraham Lincoln, “casi todos podemos soportar la adversidad, pero si quieres probar el carácter de un hombre, dale poder”, le espera al mundo.

Si el poder del dinero hizo de Trump un soberbio intolerante; racista, misógino y todo cuanto de él sabemos, el poder absoluto (otra frase feliz y conocida ahora  de Lord Acton), lo corromperá absolutamente, si algo limpio le queda aún.

Quizá la realidad limite sus delirios, pero su naturaleza los hará crecer bajo el estímulo a veces incontrolable de la lujuria del mando cuyo ejercicio podría convertirse en una orgía extraordinaria.

Nadie conoce los pensamientos profundos de otro, pero resulta fácil imaginarse la primera reflexión de Trump en cuanto se vio solo en la noche de la victoria. Quizá haya hablado consigo mismo para felicitarse por el triunfo y burlarse en silencio, con ufanía y autosuficiencia, de todos quienes a su progreso político se opusieron.

Caso extraño este. Un improvisado en los asuntos públicos, arrasa con una vehemencia de notoria osadía todos los mecanismos de la lógica política, la cual –por lo visto—no tiene ya demasiado sentido. Las carreras políticas tradicionales se han acabado al menos en Estados Unidos. Hoy se impone el comportamiento anti sistémico y a veces desequilibrando, esquizofrénico.

Pero los estadunidenses votaron libremente y esa ha sido la decisión de su voz colectiva. No importan los porcentajes, importa la mayoría, sea cual sea su tamaño.

Y en ese detalle se cifran el valor y la legitimidad de los procesos democráticos, válidos hasta para quienes no los consideramos dogmas absolutos, pero por desgracia no los hay mejores.

Hoy, como alguna vez dijo un político mexicano al anunciar el triunfo del candidato del PRI; obviamente, el pueblo habló con la voz del voto.

Y votos hay en todas partes, hasta en la Venezuela de Maduro o la Nicaragua de Ortega. Votar es algo elemental y sus resultados pueden producir cualquier clase de gobierno. Los ejemplos son demasiados para insistir en más de ellos.

Y mientras el mundo se traga esa piedra, ese sapo o esa sorpresa, queda para el inventario de las cosas mexicanas el encuentro de Enrique Peña Nieto con Donald Trump.

A la manera del clásico alguien diría, “haiga sido como haiga sido”, pero el presidente de México fue el primer jefe de Estado en sostener una relación personal con el presidente electo de los Estados Unidos, Mr. Donald Trump.

Se oye horrible, y se siente peor. Pero así es.

 

“¿TU TAMBIÉN LUIS?”

Hace muchos años, en medio de la borrasca del fracaso “lopezportillista y las críticas de Echeverría al momento de entonces, Pancho Galindo Ochoa publicó un  desplegado de reclamación de parte del presidente, su jefe.

Nada más decía: “¿Tu también, Luis?” Como entre borbotones de sangre le preguntó César a Bruto, su entenado.

Hoy alguien podría mandarle un mensaje a Videgaray: Regresa, Luis, tenías razón.

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 ENRIQUE PEÑA NIETO

Calificada por él mismo como una decisión  precipitada, rápida; acelerada, la reunión de Enrique Peña con Donald Trump, cuando nadie veía más allá de la repugnancia y el oportunismo crítico, no es ya de ninguna manera, la traición la patria denunciada con notoria exageración por los más radicales o los más charlatanes, escoja usted.

Haberse reunido con un candidato a la presidencia de los Estados Unidos no fue, esencialmente un acto contra la patria. Se incurrió, desafortunadamente, en muchos errores de protocolo, oportunidad, atención, trato; pero de ninguna manera se traicionó a la Nación. No se firmaron los nuevos tratados de La Mesilla ni se trastocó el orden constitucional del país ni se rindieron las banderas ante el invasor.

Simplemente se sostuvo un encuentro oscilante entre la política y la diplomacia. Y si se trató de aclarar puntos, de explicar actitudes y establecer un mecanismo de diálogo con miras al posible futuro, las cosas dieron el resultado conveniente.

Hoy Enrique Peña lleva varias semanas de adelanto en la ruta de los encuentros directos con Donald Trump con quien hoy, casualmente todos los jefes de Estado del Mundo quieren hablar. Todos.

Hoy, mientras los teléfonos suenan de manera constante en las oficinas de Trump, los Estados Unidos nos muestran otro ejemplo claro de su esquizofrenia absoluta. Si bien el hoy candidato triunfante o presidente electo, en su momento condicionó la aceptación de los resultados a la proclamación de su triunfo, con lo cual escandalizó a las buenas conciencias con el ataque a las instituciones (casi como si las hubiera mandado al diablo), hoy son los demócratas quienes se inconforman no con  el proceso sino con el resultado.

Por miles han salido a las calles los seguidores de Clinton, para protestar por el triunfo. No alegan fraude, no condenan al sistema electoral y sus complejidades, no reniegan de la elección en sí misma, pero le niegan su validez como mecanismo de expresión democrática. Y eso es lo más antidemocrático del mundo.

–¿Protestar por el resultado de una elección limpia y válida? Eso es lo más estúpido imaginable. Hubieran protestado en la urna; ellos y a quienes ellos mismos hubieran podido persuadir, hubieran hecho política; organizado grupos de ciudadanos, comités, asociaciones. Pero –como bien dice Giuliani–, chillar ahora es vergonzoso por decir lo menos.

Pero de regreso a México. ¿Podrían hoy los incendiarios de la protesta nacional, quienes inventaron la patraña de un presidente traidor, insistir en la pifia política de haber hablado con Trump.

Quizá por eso el presidente Peña dijo en su momento, hay decisiones fuera de la comprensión de muchos, pero he actuado a favor del interés nacional. Algún día se comprenderán mejor los hechos, dijo también.

Recordemos:

(EFE).- El Presidente Enrique Peña Nieto aseguró que “llegará el momento” en que se entiendan las decisiones que ha tomado en su sexenio y que éstas se han hecho en función del futuro de México.

“En la inauguración del ecoparque en Zacatecas, el mandatario mexicano sostuvo que “las decisiones en el orden político a veces también están sujetas a enorme polémica, pero sólo las he tomado pensando en México y en el futuro que tendrá. Y quizá hoy no se terminen de entender, pero estoy seguro que llegará el momento que se comprenda el por qué de cada decisión tomada”.

“Reiteró además que es “el primero en asumir plenamente mi responsabilidad, soy quien asume las decisiones plenamente consciente del por qué y para qué las he tomado”.

“Este día (7 de septiembre), Luis Videgaray, hombre de confianza del presidente de México, Enrique Peña Nieto, dejó hoy la Secretaría de Hacienda en medio de una crisis generada por la visita del candidato republicano a la Casa Blanca, Donald Trump, ideada por él, pero repudiada por la mayoría”.