El diluvio: Conago y el bálsamo total


Simbólico lugar escogido para conmemorar el 15 aniversario

¿Para qué sirve ese organismo?      (balazo)

Famosos personajes, algunos hoy en desgracia, han sido miembros del club.

Conmemoran 15 aniversario en Cd. de México; no asisten 17 gobernadores.

IMCO otro organismo nacional equivalente a la “Carabina de Ambrosio”.

Rafael Cardona

Sin  pena ni gloria la Conferencia Nacional de Gobernadores (Conago), conmemoró (festejar sería mucho decir), sus primeros quince años de vida, lapso en el cual nadie ha logrado responder una pregunta: además de ejercer presión política sobre el Ejecutivo y la Secretaría de Hacienda, ¿sirve para algo?

Si uno revisa su autorretrato (eso viene siendo su página de internet) se va a enterar de cómo el idioma puede usarse para muchas cosas, hasta para no decir nada.

Por ejemplo, en la parte relativa a sus funciones, potencias, capacidades y finalidad, la Conago dice de sí misma:

“…funciona como un espacio institucional permanente para lograr un mayor equilibrio y mejor distribución de las potestades que corresponden a los órdenes de gobierno federal y estatal…

“…Impulsa el fortalecimiento de las entidades federativas para que contribuyan en mayor medida al desarrollo nacional, así como para que cuenten con los recursos y capacidad de respuesta de las demandas de sus comunidades…

“…Reafirma el compromiso de las entidades federativas con el pacto federal y con el deber de impulsar un proceso político de auténtica descentralización y de fortalecimiento del federalismo.

“…Propone el diseño de programas incluyentes que satisfagan las demandas de seguridad, justicia, bienestar social, democracia y transparencia.

“…Busca promover la consolidación de una nueva relación de respeto y colaboración entre los órdenes de gobierno”.

Obviamente tan caros propósitos no se han logrado de ninguna manera: ni sea fortalecido el “Pacto federal”, ni tampoco se ha logrado la “consolidación de una nueva relación  de respeto (¿entonces la anterior era irrespetuosa?), entre los órdenes de gobierno, ni mucho menos se ha logrado la contribución al desarrollo nacional nada más por pertenecer a un  foro permanente “de mayor equilibrio entre los órdenes (a veces desórdenes) del poder nacional.

CLUB DE SELECTOS

PERSONAJES

Pero la Conago, selecto club en el cual han estado inscritos en su momento algunos de los símbolos nacionales de la corrupción, cuyos nombres no es necesario repetir, tiene la cachaza declarativa de afirmar (otra vez cito sus autodefiniciones), cómo “…busca en todo momento el desarrollo nacional, apegado a las demandas y a la responsabilidad social”.

Obviamente la responsabilidad social no proviene de una “conferencia”, sino de un compromiso adquirido; supuestamente, desde la toma de la administración estatal.

Pero la verdad es sencilla: la Conago ha sido la palanca para convertir los gobiernos estatales en ínsulas virreinales con todos los excesos conocidos y con un  disimulo apenas disfrazado de condenas declarativas cuando alguien se porta mal, como ese decálogo firmado y juramentado el tres de mayo de este año.

En la historia de México las coaliciones entre gobiernos estatales con fines claramente políticos, no son cosa nueva, tanto como para estar expresamente vedados por la Constitución en su artículo 117  (“….(Los) Estados no podrán en ningún caso celebrar alianza, tratado, o coalición con otro Estado ni con potencias extranjeras”), lo cual se salva (o salta), con un  enunciado teórico:

“Para no contravenir el magno texto), la Conago  “delibera y toma decisiones no vinculantes pero si propositivas, que se sustentan en el compromiso y voluntad política que suscita el encuentro de los Titulares de los Ejecutivos Estatales”.

SITIO PARA

VANIDADES

Por eso la Conago es, cuando mucho, un espacio de lucimiento para algunos. Es un foro de alta visibilidad y su pronunciamientos son parte del juego de “toma y daca” entre los poderes locales y el poder federal.

No en balde fue un invento de los priistas quienes le dieron la vuelta a la tortilla: si en tiempos remotos, el “Bloque de gobernadores” (presidido por Miguel Alemán) tenía como finalidad apoyar al Presidente Cárdenas en su difícil momento post expropiatorio, la actual versión fue originada como mecanismo para compensar las decisiones hacendarias de un  gobierno de “alternancia”, como el de Vicente Fox.

Hoy es un club cuya conformación lo convierte, por los tiempos actuales de lucha preelectoral, en un elemento más en la complejidad del juego político.

Por eso Miguel Ángel Mancera, jefe de gobierno y actual presidente del sindicato)  escogió un escenario simbólico para la fiesta del aniversario a la cual, por desventura, no acudieron tofos los invitados (faltaron 17 gobernadores): la Plaza de la República en la ciudad de México.

Ahí, en la calle antes llamada  Ejido, se alzaron las banderas de todos los Estados. Fue Una bonita escenografía para una obra aburrida y repetida.

BÁLSAMO

Quien haya leído El Quijote, así sea en la versión  de Severo Mirón (tres minutos), recordará el bálsamo de Fierabrás, un menjurje capaz de curarlo todo, pero cuyo efecto diarreico y  vomitivo, hizo estragos en el Caballero Andante y su rústico escudero.

Cervantes prueba cómo los potajes bendecidos con  80 Padres Nuestros, no sirven para nada o al menos no sirven ni siquiera para aquello cuya curación simple se puede hallar en otra parte.

Nosotros, en los asuntos sociales, ya tenemos a nuestro Fierabrás. Es el célebre IMCO (Instituto Mexicano de la Competitividad), cuyas recetas nos alivian de todos los males de la sociedad, los presentes y los futuros.

–¿Tiene usted una sociedad corrupta, enferma, proclive a la transa y el atropello?

Dele cucharaditas de IMCOMICINA de preferencia de tres en tres o de “Tres de tres”, como se hizo con  aquella famosa iniciativa de aplicación universal menos para quienes la propusieron cuyos efectos terapéuticos nos libran del cáncer de la corrupción.

–¿Quiere usted cambiar la estructura, orientación y códigos de ética de los medios de comunicación?

Pues aplique el recetario del IMCO el cual le dirá la diferencia entre un  paquete de papel entintado y un  periódico de verdad.

Ahora le IMCOMICINA nos surte una nueva prescripción: para evitar los problemas de la excesiva cantidad de automóviles en una ciudad mal organizada y sin  estacionamientos, limite usted cada vez más los sitios de aparcamiento, como dicen en España.

Con base en un  estudio de ese instituto privado, según el cual el dolor de los callos no se resuelve con un cambio de calzado,  sino cortándose el pie, la ciudad de México necesita “revisar las políticas de desarrollo urbano y movilidad que son contrarias a un modelo de desarrollo compacto, incluyente y sostenible”.

Y sin explicar el significado de un modelo de desarrollo compacto, incluyente y sostenido, el balsámico IMCO nos receta esta diagnóstico:

“…La suposición de que el requisito de cajones de estacionamiento ayuda a mitigar la congestión vial es errónea ya que representa un subsidio al automóvil (¿es igual subsidio a fomento?) e incentiva su uso

“La garantía de estacionamiento abundante y accesible se traduce en más congestión vehicular y mayores emisiones de contaminantes, que repercuten negativamente en la salud y productividad de las personas.”

Aquí deberíamos preguntar algo: ¿por qué en lugar de limitar los estacionamientos no se limitan los automóviles y se hacen zonas de aparcamiento para los ya existentes?

“El crecimiento desproporcionado del espacio para estacionamiento de automóviles en la CDMX incentiva un mayor uso de los vehículos y se desperdicia suelo urbano bien ubicado y conectado…

“…En México entre 2009 y 2013, de los más de 16 millones de m2 proyectados de desarrollos inmobiliarios, 42% son de estacionamiento, con lo cual se sumarían más de 250 mil cajones…

“…Este es el caso de los requerimientos de estacionamiento tanto para las nuevas construcciones (definidos en el Reglamento de Construcciones y su norma técnica complementaria) como para los establecimientos mercantiles (definidos en la Ley de Establecimientos Mercantiles).

De acuerdo con el análisis del Instituto de Políticas para el Transporte y el Desarrollo (ya tenemos más institutos que estacionamientos) la normatividad vigente parte de la premisa errónea de que un mayor espacio para estacionamiento ayuda a mitigar la congestión vial (no es cierto, nada más ayuda a guardar los patas de hule).

“En la práctica, esto representa un subsidio al automóvil ya que al asegurar el estacionamiento en el origen y destino de un viaje se incentiva su uso”.

Con esa discutible lógica los responsables de la congestión  vehicular no son  los estacionamientos (insuficientes a todas luces) sino los bancos y las sociedades de crédito,  capaces de financiar un automóvil por cuatro o cinco mil pesos de enganche y pagos perpetuos. Pero los miles y miles de autos ya están aquí, congestionando calles, avenidas, bulevares y banquetas.

Sigue el IMCO:

“… La tendencia internacional (cuando no hay razones hay imitaciones) es hacia una eliminación de los mínimos de estacionamientos para cambiarla por máximos en la mayoría de las ciudades:

“Desde 1982, Nueva York (con 500 kilómetros de Metro en servicio, contra nuestros escuálidos 130) estableció un límite máximo al número de cajones de estacionamiento en el centro de Manhattan para controlar el nivel ofertado. Como resultado, el número total de espacios en estacionamientos públicos se redujo de 127 mil a 102 mil de 1978 a 2010”. ¿Y?

Pues vaya cosa, ahora ya no se puede usted estacionar en Park Avenue, aunque viva en Pantitlán.