El Diluvio: Caos, protestas, energía


Rafael Cardona

Las revueltas, pillajes, motines y bloqueos, todo eso junto  ocurrido recientemente en algunos estados de la República Mexicana con motivo o pretexto del alza de las gasolinas y otros combustibles aunados a la decepción por las promesas incumplidas y las ofertas olvidadas, impusieron durante algunas horas y en espacios muy localizados, un estado caótico;  inestable, alejado de toda posibilidad real de control así hubieran querido promoverlo quienes azuzaron la asonada en los primeros momentos bajo el disfraz de la protesta civil y civilizada.

En algunos momentos, cuando la violencia se desborda y no hay forma de controlar a nadie, uno recuerda estas líneas de Saramago en su célebre “Ensayo sobre la ceguera”:

«…Las órdenes que tengo son muy claras, salir, no sale, nadie, entrar, sólo comida, Si la infección se agrava, que es lo más seguro, el caso puede rápidamente acabar de la peor manera posible, Eso no es cosa mía, Hable entonces con sus superiores, dígaselo, Mire, ciego, con quien voy a hablar  es con usted, y le voy a decir una cosa, o vuelven usted y ésa ahora mismo ahí dentro, o les pego un tiro, Vamos, dijo la mujer, no hay nada que hacer, no tienen  ellos la culpa, están llenos de miedo y obedecen órdenes, No quiero creer que  esté ocurriendo esto, va contra toda regla de humanidad, mejor es que lo creas, porque nunca te has encontrado ante una verdad tan evidente, Aún están ahí, gritó el sargento, voy a contar hasta tres, si a las tres no han desaparecido de mi vista pueden estar seguros de que no volverán a entrar, uuuno, dooos, trees, fue verlo y no verlo, y a los soldados, Ni aunque fuera un hermano mío, no dijo a quién se refería, si al hombre que había venido a pedir los medicamentos o al de la pierna infectada. Dentro, el herido quiso saber si iban a dejar pasar medicamentos, Cómo sabe que fui a pedir medicinas, le preguntó al médico, Pensando, usted es médico, Lo siento mucho, Eso quiere decir que los medicamentos no van a venir, Sí, Ah, bien. Habían calculado justo la comida para cinco personas. Había botellas de leche y galletas, pero quien calculó las raciones se olvidó de los vasos, tampoco había platos, ni cubiertos, vendrían quizá con la comida del mediodía. La mujer del médico fue a dar de beber al herido, pero éste vomitó. El taxista dijo que no le gustaba la leche y quiso saber si había café. Algunos, tras haber comido, volvieron a acostarse, el primer ciego llevó a su mujer a conocer los sitios, fueron los únicos que salieron de la sala. El dependiente de farmacia pidió permiso para hablar con el señor doctor, le gustaría que el señor doctor le dijera si tenía una opinión formada sobre la enfermedad, No creo que, propiamente, se le pueda llamar enfermedad, comenzó precisando el médico, y luego, simplificando mucho, resumió lo que había investigado en los libros antes de quedarse ciego. Unas camas más allá, el taxista escuchaba atentamente, y, cuando el médico terminó su relato, dijo desde lejos», la ceguera en el libro del Nobel portugués es, obviamente, una alegoría: es el mundo sin la capacidad de entender.

“No quiero creer que  esté ocurriendo esto, va contra toda regla de humanidad”, es una de las frases recurrentes cuando uno mira la marabunta voraz en las tiendas de autoservicio o los supermercados o las modernas misceláneas de refrigeradores impecables, y la rabia en estallido  con la cual se lanzan los manifestantes contra todo y contra todos.

La quebradura de cristales, los jaloneos, las cercas abatidas, los robos insospechados, las furias desatadas.

–¿Y todo eso va a lograr el descenso de los precios de gasolinas e hidrocarburos? Obviamente no, pero no es esa la finalidad.

Se trata de aumentar las duras circunstancias de una vida difícil agravada por la carestía, se trata de probar, exhibir, de mostrar cómo el gobierno no gobierna y cuando lo hace nos daña y perjudica.

Y también de sacar de cacería al fiero animal cuya silvestre condición habita bajo la delgada piel de nuestra “civilización” pulcra y ordenada. Mentira. El salvaje regresa, cuando lo hacen regresar.

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MENSAJES HUECOS

Cuando la tecnocracia se llena la boca con explicaciones en torno de la relación directa entre los precios internacionales de la gasolina importada, los cuales son la soga en el cuello del país, al menos en materia de consumo cotidiano de energía, nadie se acuerda de la idea central de los energéticos: garantizar la viabilidad de un país y darle la indispensable y soberanía para vivir con independencia.

Si un vendedor no coloca su producto durante un  mes no pasa nada más allá de un quebranto financiero del cual se repondrá más temprano de lo imaginable. Pero si un comprador no tiene gasolina durante un mes, la revuelta le toca la puerta.

México tiene almacenamiento de combustibles sólo por cinco días. Así como se oye de tétrico. Y el desabasto especulativo de hace unos días, es una llamada de atención en ese sentido.

Un país en guerra y sin combustibles, es un país camino de la derrota. Leamos este ejemplo tomado de la enciclopedia:

“…Durante el año 1943, la explotación de petróleo crudo en los países del Eje era de 172 mil 943 barriles diarios provistos por Albania con 2 mil 742 barriles, Austria 20 mil 488, Checoslovaquia 547, Francia 975, Alemania 13 mil 625, Hungría 17 mil 390, Polonia 9 mil 589 y Rumania 107 mil 348 barriles diarios.

“En el año 1943, las plantas de combustible sintético alemanas contribuían, con 129 mil 660 barriles diarios, un combustible más caro que el natural obviamente.  También mezclaban un 5% de alcohol con petróleo para obtener mayor rendimiento en los niveles de producción. Viendo el volumen de las importaciones procedentes de Rumania, se puede deducir inmediatamente, que si el Eje perdía esos yacimientos petrolíferos, no sólo la maquinaria de guerra alemana se detendría sino que el país entraría en crisis…

“…Luego de Stalingrado, el avance de las tropas rusas cortó el suministro de petróleo polaco y rumano a Alemania que representaba el 67,6% de sus importaciones y pasaron a cubrir las necesidades soviéticas, un merma significativa que necesariamente iba a detener la maquinaria bélica alemana…

“…Para hacer más crítico ese estado de cosas para Alemania, cuando Italia se rindió los Aliados confiscaron 140 mil toneladas de combustible… La gasolina para automotores se redujo en 60% y el diesel en 50%.  Todos los combustibles sufrieron una reducción, de un total de 500 mil toneladas en marzo, a 125 mil toneladas en setiembre, pero luego tuvieron un repunte, debido principalmente a una producción extra de 30 mil toneladas de gasolina de aviación en noviembre.  A partir de ese momento la producción se vino cuesta abajo.

Para tener una idea más clara del dramatismo de la escasez de combustible en Alemania y que fue la razón principal de su derrota, basta hacer una comparación entre la producción de EEUU y la producción Alemana.

“La producción de las refinerías de Estados Unidos en 1943 era de 4 millones 125 mil  barriles diarios, bien abastecidas por el crudo barato sudamericano, o sea que lo que producía EEUU en 15 días, era similar a la producción alemana durante todo un año, cuando todas las refinerías europeas estuvieron bajo control germano…”

Obviamente las guerras se ganan con energía: y si alguien lo duda, basta con recordar cómo el uso del átomo liberado causó la estrepitosa derrota de Japón y el fin de la Segunda Guerra Mundial.

Hoy los mexicanos hemos renunciado a la idea siquiera de la soberanía energética. Dilapidamos miles de millones de barriles de crudo, ganamos fortunas inimaginables  y destazamos en un desolladero infame a la cuarta empresa petrolera del planeta.

En estas condiciones hemos llamado a las compañías petroleras de cuyo concurso habíamos prescindido. La tristeza nacional de haber sido exportador y ahora ser un comprador emproblemadas, con dificultades es para explicar de dónde salió el conejo muerto de la chistera sucia.

Bien dijo López Portillo, debemos prepararnos para administrar la abundancia; pero al parecer no se refería a la mítica cornucopia, sino a la excesiva cantidad de estupideces acumuladas en los últimos veinte o treinta años en materia petrolera. Desmantelar refinerías y limitar su instalación al mínimo necesario para garantizar el fracaso, porque no eran negocio, como si la ganga fuera adquirir todo cuanto antes podíamos fabricar.

Un  verdadero crimen.

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