El día que murió Colosio


Luis Donaldo Colosio Murrieta
  • En un extremo del país, Colosio recibía dos disparos.
  • En el otro, Camacho Solís se internaba a una muerte política

Martha_Anaya_Martha Anaya / Alhajero / Heraldo de México

Los disparos lo alcanzaron la tarde-noche del 23 de marzo de 1994. Hace 25 años.

Muy pocos escucharon las detonaciones. El son de “La Culebra” restallaba a todo volumen en aquel barrio tijuanense de Lomas Taurinas, cuando Luis Donaldo Colosio -rodeado y apretujado por la gente-, intentaba salir del mitin que acababa de concluir.

Eran las cinco de la tarde con 12 minutos en Baja California. Dos horas y media después, a las 19:45, los médicos declararían muerto al candidato presidencial del PRI (aunque Liébano Saenz lo anunciaría oficialmente a las 20:47).

Manuel Camacho Solís

En el otro extremo del país, en San Cristóbal de las Casas, Chiapas, Manuel Camacho Solís, comisionado para la Paz, se preparaba aquella tarde para ofrecer una conferencia de prensa a los periodistas que cubríamos el levantamiento zapatista.

Eran cerca de las siete de la noche y nada se sabía ahí de lo sucedido a Colosio. Lo que se esperaba más bien de aquella conferencia, era la versión de Camacho acerca de que había hecho las paces con Colosio el día anterior. Entonces recibí una llamada del periódico en que trabajaba (Excélsior): “Le dispararon a Colosio…”.

Liébano Saenz al momento de anunciar el fallecimiento del candidato

Se lo comenté a Óscar Argüelles –le llevaba prensa a Camacho Solís entonces- y enfilamos hacia el hotel Casa Vieja, donde se hospedaba el comisionado para la Paz.

El cuerpo herido de Luis Donaldo Colosio es trasladado rumbo al hospital

Tocamos a su puerta. A boca- jarro, solté lo poco que sabía. Camacho palideció. Por un momento pensé que se desmayaría. Me tomó del brazo, a la altura del codo. Sentí su mano temblar. Y prácticamente me llevó corriendo hacia la Catedral, para informarle a su vez al obispo Samuel Ruiz. Ahí se encerraron ellos solos. Ahí recibieron ambos la notificación oficial de la muerte de Luis Donaldo Colosio. Pasada la medianoche, veríamos soldados apostados a la puerta de la habitación de Camacho en el hotel. ¿La razón? Dos versiones circularon al efecto:

Obispo Samuel Ruiz

Una, que el Ejército había ordenado protección para todo el gabinete. A fin de cuentas, estábamos ante un magnicidio; y además, el EZLN –aún y cuando acababan de darse los diálogos para la paz- había declarado la guerra al Gobierno mexicano. Otra, que dado el conflicto entre Camacho y Colosio por la candidatura presidencial –y aún y cuando un día antes habían fumado la pipa de la paz-, el presidente Carlos Salinas de Gortari ordenó una “vigilancia especial” para Camacho. La muerte de Colosio arrasaría políticamente con otras vidas. Comenzando por la del propio Salinas y su proyecto transexenal. A Manuel Camacho le costaría mucho trabajo recuperarse –de la ira y de los señalamientos de los priistas cercanos al sonorense-. Y junto con él, a quien fuera uno de sus hombres más cercanos: Marcelo Ebrard, hoy secretario de Relaciones Exteriores. Ambos lograrían volver de las tinieblas.

 

*Publicado con autorización de la autora