Del piropo al asesinato


¿Piropos u ofensas?

Vilma Ivette Rivera Abarca*

Rosibel Arriaza, madre de Victoria Esperanza a su llegada a Quintana Roo

Este es el círculo vicioso de la violencia de género y de los crímenes de odio.

Esta sociedad que celebra con algarabía el Día de las Madres, El día Internacional, la lucha contra el cáncer de mama, etc., y de que a la mujer no se le toca ni con el “pétalo de una rosa”, su meras cursilerías en una sociedad de consumo.

En esta sociedad, en donde el color de piel y el origen,  importa, como latinoamericanos y en su gran mayoría mestizos, es alarmante la discriminación, el racismo y el clasismo.

Estos problemas ancestrales, no cabe duda que son el resultado de la ignorancia, así como la falta de conciencia, considerar que una persona, por el simple hecho de ser mexicano, centroamericano, hondureño, guatemalteco o cubano, por mencionar algunos casos, sean considerados delincuentes.

Es el caso del asesinato de la salvadoreña, Victoria Esperanza Salazar, a manos de uniformados de la seguridad municipal de Tulum, hecho que nos ha dejado perplejos, pese a que  no será el primero ni el último caso de flagrante violación a los derechos humanos en nuestro país.

Policías que matan

La violación a los derechos humanos, en nuestro país, ocurren a diario, pero son “contados” los casos en que se ha llegado al crimen artero por parte de policías municipales. Sin duda, este tipo de acciones suceden todos los días y, sin embargo, lamentablemente, no se dan a conocer. En estas condiciones vivimos mujeres y hombres, un sistema en el que el abuso de poder y la impunidad policiacas se han convertido en mera costumbre.

El asesinato, en el que la víctima fue Victoria Esperanza Salazar, nos golpea porque con la muerte de una persona morimos todos de alguna manera, pues estamos conectados por esa red invisible de la que ya hemos hablado en artículos anteriores.

Victoria Esperanza, era tu nombre, tu muerte duele.

Hubo muchas razones por las que dejaste tu país, El Salvador. Seguramente fueron por razones de supervivencia las que te orillaron a dejar tu país, el terruño, tus raíces, dejando atrás sueños, a la familia, amigos, proyectos, muchas cosas que solamente tú sabías bien a bien. Sabemos qué se siente abandonar todo por un futuro mejor; tu propio nombre lo dice, Esperanza, de tener una mejor calidad de vida y alcanzar los sueños para ti y los tuyos esa es la Victoria al final del día.

Duele, porque no tuviste la suerte de que alguien escuchara tus gritos de auxilio que fueron ahogados por seres de muy bajo nivel de conciencia, individuos cuya irracionalidad es su sello cotidiano.

Tu muerte ha sido topic trending (en la jerga de los cibernautas). Pero estamos ciertos, que en pocos días el tema será olvidado, Sólo aquellos que estamos comprometidos en construir una sociedad justa seguiremos recordándote.

Justicia, exigencia de mujeres

Aunque no te conocimos podemos imaginar cómo eras a tus 36 años, con tus sueños de madre para darles a tus hijas una educación, en un país que te dio refugio y que le admiramos por su solidaridad, cultura, calidez. Por desgracia, también como en todo tiene cuenta con ciertos lados oscuros.

Duele Victoria Esperanza, porque nadie tiene el derecho de maltratar, humillar, asesinar a un ser viviente.

Duele hasta lo más profundo porque nadie te defendió de la brutalidad de unos uniformados que según las leyes garantizan la “seguridad”.

Duele porque hoy somos una menos. Duele, porque hoy con tu ausencia somos una más. Duele, porque pese a nuestra lucha por reivindicarnos como mujeres, la violencia de género y los crímenes de odio, parecen no acabar.

Basta recordar:

 

 

 

“Sólo Le Pido A Dios”

 

“Sólo le pido a Dios
Que el dolor no me sea indiferente
Que la reseca muerte no me encuentre
vacía y sola sin haber hecho lo suficiente

Sólo le pido a Dios
Que lo injusto no me sea indiferente
Que no me abofeteen la otra mejilla
Después que una garra me arañe esta suerte

Sólo le pido a Dios
Que la guerra no me sea indiferente
Es un monstruo grande y pisa fuerte
toda la pobre inocencia de la gente

Sólo le pido a Dios
Que el engaño no me sea indiferente
Si un traidor puede más que unos cuantos
Que esos cuantos no lo olviden fácilmente

Sólo le pido a Dios
Que el futuro no me sea indiferente
Desahuciado está el que tiene que marchar
A vivir una cultura diferente

Sólo le pido a Dios
Que la guerra no me sea indiferente
Es un monstruo grande y pisa fuerte
toda la pobre inocencia de la gente

Es un monstruo grande y pisa fuerte
toda la pobre inocencia de la gente”

 Mercedes Sosa

 

*Lic. Comunicación Humana y Consultora en Semiología de la Vida Cotidiana