De Pe a Pa: Sabios apodos aplica el pueblo mexicano


José María Morelos y Pavón se autodenominó "Siervo de la Nación"

Políticos, favoritos para obtener un sobrenombre

  • Gobernantes perversos los mejor “renombrados” por la ciudadanía.
  • Figuras nobles e históricas no han escapado a ostentar un sobrenombre.

Alberto Vieyra Gómez/AMN

Toda una cultura, digna de estudios sociológicos, ocurre históricamente entre los mexicanos, aunque también fuera de nuestras fronteras, han sido muy sabios los “alias” que el pueblo les ha impuesto a personajes públicos, de la política, las artes, el espectáculo, la cultura y la religión.

Los sabios “alias” ponen a cada quien en su lugar; a hombres y mujeres, y no han sido pocos los estudiosos que han sostenido la tesis de que, por sus apodos los conoceréis. Los sabios “alias” del pueblo le dan a cada personaje su sitio en la historia, pero en territorio azteca, los “alias” han servido primordialmente para hacer cera y pabilo, y más tratándose de gobernantes tiranos.

Plutarco Elías Calles, fundador del PRI. «El anticristo»

En México, ni el mismísimo padre de la patria, Don Miguel Gregorio Antonio Ignacio Hidalgo y Costilla Gallaga Mandarte Villaseñor, escaparía de llevar el mote de “El zorro”, que lo retrataba como un hombre inteligente y astuto. El generalísimo José María Teclo Morelos Pérez y Pavón no esperaría a que el pueblo lo bautizara, pues se auto proclamó como “El ciervo de la nación”

En la era del presidencialismo ponzoñoso, prácticamente nadie ha escapado de ser bautizado por el pueblo con un sabio mote. Así encontramos que Miguel Adaucto Fernández y Félix, mejor conocido como Guadalupe Victoria, el primer presidente de México que murió de tisis, recibió el mote de “benemérito de la patria”, mientras que Vicente Guerrero Saldaña sería apodado como “El arriero” o “El botas”, aunque no falta quienes aseguran que también sería bautizado como “el queso de puerco por sus manchas de vitíligo.

Anastasio Bustamante

SANTA ANNA Y SU PIERNA

Anastasio Bustamante sería conocido como “el come huevos”, por aquello de que consumía un kilo de huevos al día; se desconoce si era porque no le alcanzaba para comprar carne o porque en las arcas de la nación no había nada para robarse. Y a propósito de ladrones, Antonio de Padua María Severino López de Santa Anna y Pérez de Lebrón, sería bautizado como “el quince uñas”, por aquello de que en la guerra de los pasteles con Francia en 1839, perdió la pierna derecha después de que su caballo blanco le cayó encima en el puerto de Veracruz. Con la pierna de Santa Ana, los perros se darían un banquete sacándola del panteón de Santa Paula en la colonia Guerrero de la Ciudad de México.

A Benito Juárez le llegaría muy tarde el mote que le enderezó un loco, Manuel “el loco” Valdés, con lo cual el actor cavó su tumba política en el medio histriónico, pues lo llamaba “bomberito Juárez”

A Manuel González, compadre de Porfirio Díaz, se le conocería como “el manco”, que sería sustituido en la presidencia por su compadre José de la Cruz Porfirio Díaz Mori, quien, en rabiosa campaña, lo acusó de haber convertido a Palacio Nacional en el más grande prostíbulo de México. Y al tirano dictador le lloverían bautizos, como aquél de “el llorón de Icamole” o “traidor a la patria” por haber adjurado la Constitución cuando los altos dignatarios de la iglesia católica le pidieron que lo hiciera para poderlo casar con su sobrina Delfina, pues, Don Porfirio, había jurado cumplir y hacer cumplir la Constitución de México de 1857 que marcaba la separación Iglesia-Estado.

¿Cómo le apodaban a Madero, a Plutarco Elías Calles, a Pascual Ortiz Rubio, y tal y tal?

Antonio López de Santa Anna. «El quince uñas»

APODOS QUE ENDILGAN LOS MEXICANOS

El ingenio del mexicano no tiene límites.

De las épicas páginas de la historia nacional, sobresale con fuerza el ingenio y la creatividad del imaginario colectivo, a través de chistoretes, que hacen escarnio de personajes de la vida pública, ya sea del ámbito político, eclesiástico, la cultura, las artes, etc.

El pueblo mexicano goza de fama mundial por hacer cera y pabilo de todo lo solemne, incluyendo la muerte, de la cual se burla por pelarle los dientes.

Ya vimos que a Santa Ana le llamaban “el quince uñas”; a Porfirio Díaz “el llorón de Icamole”; y hoy veremos que a Francisco Ignacio Madero González, la prensa le apodaba “el presidente pingüica” o “el enano del Tapancoya”, por aquello que media un metro con 48 centímetros de estatura y para verse imponente, tenía que montar a caballo.

Lázaro Cárdenas del RÌo. «El Tata»

Venustiano Carranza, pasaría a la historia como “el barbas de chivo” o “Don Venustiasno”,  de lo cual no escapó su secretario particular Isidro Fabela Alfaro, fundador del grupo Atlacomulco.

Al usurpador Victoriano Huerta Márquez, el pueblo de México le aplicaría el mote de “el chacal”, capaz de asesinar a Madero y Pino Suarez por órdenes de Estados Unidos, no obstante que Madero era masón en grado 33 igual que Huerta, de origen huichol.

A Álvaro Obregón, le recetarían el mote de “el manco de Celaya”, donde las huestes de Pancho Villa le volaron la mano derecha y se cuenta que a la hora de buscar la mano no aparecía por ningún lado, hasta que a alguien se le ocurrió que había que echar un volado con una moneda de las llamadas alazanas de 25 pesos oro, y cuando ello ocurrió, como por arte de magia, apareció la mano de Obregón para cacharla.

Miguel de la Madrid Hurtado. «Ratón Miguelito»

“EL ANTICRISTO” FUE PLUTARCO ELÍAS CALLES

Al fundador del PRI, Plutarco Elías Lucero Calles, los curas le recetarían el mote de “el anticristo”, que fue capaz de desatar la guerra cristera en la que murieron más de 82 mil mexicanos.

Pero también, esa época sería conocida como “El Maximato”, pues todo mundo sabía que el mero mero papas fritas era el General Calles y hasta se acuñó aquella anécdota que decía que, cuando un importante personaje fue a buscar al que quitaba y ponía en México, le informaron que: “Aquí vive el presidente, pero el que manda en México vive enfrente”.

Victoriano Huerta Márquez «El Chacal»

Al michoacano Pascual Ortiz Rubio se le impondría el mote de “el nopalito” por aquello de lo baboso que era.

Al General Lázaro Cárdenas del Río, se le conocería como “el tata” que en purépecha significa El guía.

¿Sabía usted por qué a Zedillo le decían “la paloma”?

José López Portillo. Jolopo o ·el perro»

LOS MOTES QUE EL PUEBLO PONE A SUS GOBERNANTES

El mexicano es el rey del mote, somos expertos burlándonos de nuestra condición pero sobre todo, de los defectos y debilidades de los demás.

Históricamente, los mexicanos les ponen “alias” hasta a los perros, pasando por la suegra, los hermanos, los hijos, lo politicastros y también nos burlamos de nosotros mismos, pero sobre todo de la clase política que ultraja la dignidad de los mexicanos, sobre todo cuando se exhiben como vulgares raterillos.

Pascual Ortiz Rubio. «El nopalito»

En México, entre la sorna y la verdad no hay diferencia. El talento de nuestra gente es proverbial. En el anecdotario político, que por cierto aún no se escribe, aunque allá por 1966, Arturo Langle Ramírez escribiría un estupendo libro que, bajo el título de “Vocabulario, apodos, seudónimos, sobrenombres y hemerografía de la Revolución Mexicana”, no están todos los que son ni son todos los que están.

Por ello, el escritor Fernando Benítez bautizaría a Venustiano Carranza como “el rey viejo”. Vicente Lombardo Toledano, uno de los siete sabios, llamaría a Miguel Alemán Valdés, “cachorro de la revolución”, apodado también “el diez” por aquello de que muchos empresarios lambiscones lo hacían socio de sus empresas con el 10 por ciento de las acciones.

«Revolución»

Emilio Portes Gil pasa a la historia como “el manchado” porque en la cara tenía una mancha de pólvora, producto de un duelo a balazos que tuvo con uno de sus enemigos en el bosque de Chapultepec.

A Manuel Ávila Camacho se le conoció como “el presidente caballero”, pues a pesar de que era militar, dicen que sus modales eran refinados.

Don Adolfo López Mateos recibiría los motes de “López Paseos” y “el mangotas”; a Gustavo del Santísimo Sacramento Díaz Ordaz se le conoció como “el gato”, “el trompudo”, “el dos caras”, “la changa” o “el tribilín”, alias que le indilgó Humberto Romero Pérez en su propia cara, pues sin darse cuenta que el presidente lo estaba esperando, Romero Pérez preguntó a la secretaria: “¿Ya llegó el pin… tribilín? La metida de pata le costaría ser congelado políticamente hasta que López Portillo lo rescataría haciéndolo diputado federal.

Álvaro Obregón. «El manco de Celaya»

El pueblo mexicano bautizaría al populista Luis Echeverría como “el loco”, “el hombre de la guayabera” y “el pelón con suelas”, único ex presidente que ha sido enjuiciado durante el régimen foxista y purgando condena domiciliaría por la famosa guerra sucia.

José López Portillo sería bautizado como “jolopo” o “el perro”, por aquello de que en su quinto informe de gobierno derramó lágrimas de cocodrilo y, al pedir perdón a los mexicanos por los vaivenes económicos prometió defender al peso mexicano como perro. La mansión en la que actualmente vive su mujer, la ex vedectriz Sasha Montenegro, lleva también el apodo de “la colina del perro”.

Carlos Salinas de Gortari «El Pitufo»

A Miguel de la Madrid se le conoce como “el ratón Miguelito” o “el gris rata”. Joaquín Hernández Galicia, de quien no se sabe quién le aplicó el mote de “la quina”, fue quien bautizaría a Carlos Salinas como “el pitufo”, y los apodos de “el pelón de Dublín”, “el chupacabras” y “la hormiga atómica” correrían a cargo del pueblo que, a Ernesto Zedillo, bautizaría como “la paloma”, por aquello de que a cada paso que daba la calabaceaba, también fue conocido como “la neta”, “el lic” y “el Zedillo encendido por Salinas”.

¿Con qué alias se le conoce a Vicente Fox, a Calderón y a los actuales candidatos presidenciales?