De papalotes y papanatas


León García Soler

En León, Guanajuato, volvieron a volar los globos de Cantoya. Con adelantos técnicos y el colorido brillante del oro invertido para divertir a los señoritos del uno por ciento. A los del capital acumulado en los deciles más alto del librito de cuentas que lleva Agustín Carstens y sirve para echar a volar la imaginación tecnocrática y crear la imagen mágica del peso en vuelo y los mexicanos, los de abajo, arriba, muy arriba de la infamante marca de la pobreza extrema. Tanto vuela la imaginación que al llegar la tormenta Trump, el señor Carstens decidió irse rumbo a Suiza, a la ya casi inmóvil banca del recuerdo.

Adiós, adiós, adiós para siempre adiós.

Que Siempre no. A ciencia y paciencia del inquilino de Los Pinos, el gobernador del Banco de México decidió posponer su fuga hacia el dorado retiro y así evitar el riesgo de chocar con el gobernador Duarte de Veracruz, o el Duarte de Chihuahua, o alguno de los muchos gobernadores en fila para emprender la fuga y esperar la llegada de la Interpol. Me quedo pero no hasta el final del sexenio. Y se mantuvo inmóvil, en pasmosa parálisis la economía mexicana de la que el Presidente Peña Nieto tiene que rendir cuentas en cada gira de trabajo, en cada viaje al interior de la República, en la que ni la carga de la corrupción y la impunidad nuestras, ni la amenaza del terrorista Trump, borren de un plumazo lo hecho y nos dejen únicamente la percepción.

O sea, la visión distorsionada de la post-verdad y el engaño de los hechos “alternativos”. Para eso vuelan los globos oficiales, a la altura estratosférica donde mantiene contacto con Donald Trump y se dan el lujo de desmantelar los principios de la política exterior que alguna vez nos diera el orgullo del prestigio bien ganado de refugio para los perseguidos del mundo entero y negarse a intervenir en los asuntos internos de otras naciones.

Vuelan las ilusiones de los futuristas y lanzaron cohetes al aire al verlo retornar al cargo de las relaciones con el gobierno de Washington. “NO, NO y NO”, respondería cuando los medios insistieron en pregunta si sería candidato del PRI a la Presidencia de la República,

¿Y qué tienen que ver con los pleitos a pedradas a ras de tierra con esos vuelos en fuga a Suiza, o rumbo a la Luna en compañía del yerno del gesticulador de la Casa Blanca? Más de lo que imaginan los augures que elaboran la encuesta cotidiana para los medios de comunicación de estos tiempos de cuarto poder con televisión abierta, de paga, estaciones de radio, amplio espacio en las redes por las que corren los detritus de lo que alguna vez fuera política, el arte de lo real y lo posible: a la rebelión de los ricos siguió el estallido del descontento de los de abajo en todo el  fastuoso y desigual mundo del capitalismo financiero y global.

garcia soler agustin.

Del Brexit al amago del Frexit en vísperas de las elecciones presidenciales en Francia. Y Madame Le Pen parece a punto de pasar a la segunda vuelta y vencer al joven tecnócrata, M. Macron, quien abandono la barca a la deriva que inútilmente trata de navegar François Hollande. Y en México abandonan los lujosos yates los ricos entre los ricos, para subirse a la lanchita de vela de Andrés Manuel López Obrador, el Peje; lagarto aunque lo niegue maliciosamente. No hay partido con rumbo ni partidarios confiados en los que han hecho de la pluralidad un remolino de extraña fuerza centrífuga.

Ya no hay tiempo para seguir la ruta del tránsfuga Carstens. Es hora de encender los faroles aunque brille el oro en sus cuentas suizas. Y de mostrar que se aprende de los errores ajenos y los vuelos de los helicópteros cuestan mucho más que el obligado despido al ser denunciado el funcionario que volaba y volaba y volaba hasta para ir a unas cuantas cuadras de su casa. Un vecino lo denunció.

En Oaxaca soplan vientos de fronda: el gobernador Alejandro Murat despidió de inmediato al secretario de gobierno, Alejandro Avilés, cuyo hijo se había llevado el helicóptero del gobierno para irse a la playa con sus amigos. Y al que no le guste el fuste y la reata no le cuadre, que deje caballo y reata y vaya…

garcia soler alejandro aviles