Castañeda, Gran Cañón del Colorado


Jorge Castañeda

Rafael Cardona

A  Ricardo Anaya, por su cabello rojizo le decían Cerillo. Delgado y esbelto. Como en Chile (recordaron Valentín Pimstein y Lucía Méndez) a las pelirrojas les llaman “colorinas”. En México al toro de ese color se le llama “castaño” y en Sevilla, “colorao”.

Pues bien, Jorge Castañeda se ha convertido en el Gran Cañón del Colorado. Su incorporación como estratega (término altamente militar) nos recuerda la forma como los alemanes quisieron vencer en la Primera Guerra Mundial con el famosísimo “Dicke Bertha” (Berta la gorda), fabricado por la casa Krupp, con una capacidad de asedio con obuses de 420 milímetros.

Antonio Ortiz Mena

Pues ésa es ahora la asignación de Jorge Castañeda Gutman en el equipo “anayista” (donde era analista), quien de entrada ya logró su primer éxito: por primera vez en más de 20 días no se habla de los asuntos financieros y de lavandería de Anaya sino de su nuevo estratega en el trabajo político.

Y por primera vez, también, se hace a un lado la disputa contra el PRI (por el segundo lugar), para alzar la mira del cañón y disparar al primer sitio: de entrada, Castañeda incorporó un elemento original: Andrés Manuel no es descendiente ideológico, ni imitador, ni discípulo de Fidel Castro o Hugo Chávez; ni de Maduro ni de Evo Morales o Correa: se alimenta del rancio priismo de Luis Echeverría.

Luis Echeverría

UNA PRECISIÓN…

Castañeda, maestro en el arte de la machicuepa oratoria y el verbalismo apabullante, ha usado una declaración de Andrés Manuel, en la cual elogia a don Antonio Ortiz Mena, para achacarle un afán imitativo al priismo autoritario y represor de los tiempos de Echeverría, sin tomar en cuenta dos detalles: Ortiz Mena jamás trabajó con LEA y en aquellos tiempos la administración y la política corrían por senderos separados. Paralelos, pero alejados.

Fue hasta los tiempos de Echeverría, cuando Antonio Ortiz Mena estaba en el Banco Interamericano de Desarrollo, donde hizo una notabilísima labor, cuando (tras el cese de Hugo B. Margain), Echeverría declaró, las finanzas se manejan en Los Pinos, cosa absolutamente apabullante.

Tras esa declaración hizo secretario de Hacienda a José López Portillo, quien luego saltó a la Presidencia de la República, sin saber nada, ni de una cosa ni de la otra (él era un artista diletante y hedonista). Y así nos fue.

José López Portillo

COMO EL BURRO QUE TOCO LA…

Pero cosas de la política: López Portillo, en la política, fue el involuntario factor de una Reforma Política gracias a la cual nunca habrá jamás otra vez en este país un cambio presidencial con candidatura única e indisputada. De ahí saltó a la alternancia.

Y en la materia financiera, Echeverría propició la autonomía, años después, del Banco de México, con lo cual (además de otros elementos), se ha logrado estabilizar la economía sin una mano obsecuente para echar a andar la máquina de hacer billetes cada y cuando al Presidente se le ocurra, entre otras ventajas.

Andrés Manuel López Obrador

Pero volvamos a López y a Castañeda. López dijo:

“Para los que quieren asustar, no está mal decirles que me voy a guiar en materia de política económica, en el libro que se llama Desarrollo Estabilizador de Antonio Ortiz Mena, que fue secretario de Hacienda en dos sexenios y fue cuando mejor crecimiento económico hubo en el país”.

Castañeda dice, Ortiz Mena fue compañero de Gabinete de LEA. ¿Y eso qué?

Formaron parte del mismo gobierno y sirvieron al mismo sistema. ¿Y eso qué?

No todos los funcionarios de un gobierno son responsables ni del sistema ni de las decisiones. Por ejemplo:

Ricardo Anaya

Jorge Castañeda y Álvarez de la Rosa cabildeó ante los organismos internacionales, en Ginebra, la Carta de Derechos Económicos y Políticos de los Estados, en favor del proyecto personal de Luis Echeverría para irse a la ONU en lugar de Kurt Waldheim y no por eso nuestro ilustre diplomático es corresponsable de los errores o atrocidades de LEA en materia de derechos humanos o represión. ¿O sí?

Pero Castañeda ya le ha puesto un cascabel al gato.

No al tigre, pero sí al morrongo. Y en esas condiciones comienza a ser una pieza de enorme utilidad para Ricardo Anaya, quien, si no sucede nada, si sus socios como Barreiro se quedan callados y no lo “venden” para salvarse ellos, podrá salir del pantano de las acusaciones de la célebre nave industrial, con un alto grado de competitividad electoral.