Belafonte fue un “genio artístico, con valentía moral y alma amadora”


El músico en una imagen del 2 de octubre de 1956 durante una actuación en el hotel Waldorf-Astoria de Nueva York. Foto Ap

David Brooks y Jim Cason, corresponsales / La Jornada

Nueva York y Washington. Harry Belafonte, legendario artista –cantante y actor– y valiente militante de derechos civiles y otras luchas sociales, así como un antimperialista, falleció este martes a los 96 años de edad en su ciudad natal de Nueva York, provocando una cascada de memorias y elogios por una impresionante gama de figuras del mundo de las artes de varias generaciones como del ambiente político y de movimientos sociales.

 

Nacido en Harlem de padres inmigrantes caribeños, Belafonte fue uno de los músicos más famosos, empezando con su impulso de la música caribeña, sobre todo el calipso, a mediados de los años 50 y principios de los 60. Se dice que su disco Calypso fue el primero de un solista en vender más de un millón de copias; fue el más escuchado durante más de 31 semanas, y vendió más que Elvis Presley y Frank Sinatra en 1957.

 

También fue un gran promotor de la música de pueblos del mundo (lo que aquí llaman música folk), sobre todo la de África, el Caribe –y hasta la mexicana ()–, así como la afroestadunidense, y para 1959 ya era el músico afroestadunidense mejor pagado en la historia. Su fama como cantante generó interés en Hollywood y se convirtió en uno de los actores negros más exitosos. Pero siempre veía, cantaba y actuaba desde abajo; entre sus grandes éxitos había canciones de los estibadores de plátano (Day-O: https://bit.ly/3LbFskGx).

 

Había estudiado, después de un periodo en la Marina, en la escuela de drama de Erwin Piscator, donde sus compañeros incluyeron a Marlon Brando y Tony Curtis, y trabajó en el American Negro Theater y, por casualidad, inició su carrera musical en un club de jazz en Nueva York (donde había sido contratado para cantar en los intermedios). De ahí, continuó ofreciendo su voz musical en actos legendarios como el Village Vanguard y el Blue Angel; pronto se encontró en un musical en Broadway donde ganó un premio Tony. Ganaría un premio Emmy por su programa Tonight with Belafonte en 1960, pero esa carrera fue interrumpida después de que patrocinadores empresariales como Revlon y Chrysler exigieron que no mostrara a artistas blancos y negros juntos, y menos que se tocaran.

 

Más tarde, aparecería de nuevo en películas, incluyendo una dirigida por Robert Altman, y otras colaborando con su amigo Sidney Poitier, y su última participación fue en una película de Spike Lee en 2018, a sus 91 años de edad.

 

Usó su fama y fortuna para apoyar al movimiento de derechos civiles y humanos tanto en casa como en otras partes del mundo. Fue amigo y aliado del reverendo Martin Luther King Jr., a quien ayudó a editar discursos, ser un tipo de escudo famoso, y hasta para pagar fianzas de él y otros a fin de sacarlos de la cárcel. Fue participante en la gran Marcha sobre Washington en 1963, donde su amigo ofreció su famoso discurso Tengo un sueño.

 

Feroz crítico de las políticas de EU

 

Continuaría siempre en la lucha de los derechos civiles, en movimientos por la paz y también como feroz crítico de las políticas imperiales de su país. En 2006 declaró que el presidente George W. Bush era “el terrorista más grande del mundo”. Criticaba al sistema capitalista que “compra y vende gobiernos”.

 

Participó en el movimiento de apoyo internacional del Congreso Nacional Africano y Nelson Mandela cuando ambos eran calificados como “terroristas” por su gobierno, y en los esfuerzos antiapartheid como el boicot cultural que incluyó el disco Sun City. Más tarde hizo viajes de alto perfil público, incluyendo uno a Cuba, en 1992, donde se reunió con Fidel Castro y denunció el bloqueo estadunidense a la isla, algo que continuó hasta su muerte; más tarde respaldó la causa de los llamados Cinco de Cuba, y otro, junto con el actor Danny Glover y el filósofo Cornel West, en 2006, para ver al presidente Hugo Chávez en Venezuela.

 

Hijo de un padre inmigrante de Martinica, quien trabajaba en buques, y una madre jamaiquina, que fue una trabajadora doméstica, para Belafonte, Nueva York siempre fue su ciudad y él se convirtió en uno de sus residentes más famosos. Cuentan que cuando intentó rentar un departamento en un edificio en Manhattan y se lo negaron por el color de su piel, él compro el edificio, y ha vivido en un gran departamento desde entonces, donde solía tener como huésped al reverendo King entre otros, bajo cuadros de Diego Rivera y Chagall, y fotos de Paul Robeson.

 

Continuó recibiendo premios y reconocimientos a lo largo de su vida, incluyendo la Medalla Nacional de las Artes, en 1994, y el Honor del Kennedy Center, en 1989, y el premio humanitario de la Academia de Hollywood. En 2016 publicó un artículo en The New York Times, instando a la gente a no votar por Donald Trump, quien les preguntaba a los afroestadunidenses que tenían que perder, “y tenemos que contestar: ‘sólo el sueño, sólo todo’”.

 

Entre las figuras que expresaron su pesar está el presidente Joe Biden, quien emitió una declaración elogiando a Belafonte por “haber usado su talento, su fama y su voz para ayudar a redimir el alma de nuestro país”.

 

Lucas Benitez, uno de los fundadores de la Coalición de Trabajadores de Immokalee, recordó haberse reunido con Belafonte en varios eventos y sus declaraciones públicas de solidaridad con la lucha de los jornaleros y “apoyando nuestra campaña de comida justa… siempre estaba al lado de los trabajadores de Florida”, comentó a La Jornada.

 

El intelectual público Cornel West expresó este martes su tristeza por la muerte de Belafonte. Afirmó que “su genio artístico, su valentía moral y su alma amadora vivirán para siempre”.