Autoridades soslayan el tema; se carece de estadísticas y datos concretos (balazo)
- México registra anualmente 20 mil nuevos casos de trastornos de la alimentación,
- La cifra total de quienes padecen alguno de estos males no es conocida a la fecha.
- El Sistema Nacional de Salud no tiene estrategia alguna para enfrentar el problema.
Zósimo Camacho
–Primera parte —
“Un enemigo… para mí, la comida es mi peor enemigo…”
“No puedo parar: quiero seguir bajando; peso 40 [kilos] y voy por los 35, y luego voy a querer pesar 30…”
“Sé que esto no tiene cura, a lo que puedo aspirar es a aprender a vivir así…”
En entrevistas por separado, todas las pacientes coinciden: en su infancia o adolescencia sufrieron burlas –varias de ellas “amistosas”, de seres queridos– por pesar más de lo que señalan los mediáticos cánones de belleza; en algún momento fueron segregadas o menospreciadas; se sintieron culpables y despreciables por su talla…
Al principio, algunas de ellas también reían de las bromas que en sus círculos más cercanos, incluso familiares, les gastaban: “Tú no te avientes a la alberca porque vas a sacar toda el agua”. Los dichos, casi inocentes, de camaradería, escondían una violencia social que, cuando se hizo más explícita y directa, no pudieron soportar. Otras sufrieron de un rigor y disciplina excesiva; les exigían demasiado; en su infancia les impusieron altas metas sociales y les inculcaron que entre más esbeltas, más hermosas y exitosas. Si gordas, feas y fracasadas… e indignas de la familia o el círculo social.
Todas fueron echadas al peor de los infiernos, del cual aún no pueden salir: donde los estragos de la tortura, antes de ser físicos, son emocionales, sicológicos y de orden siquiátrico.
Claudia Unikel Santocini es doctora en sicología y se ha especializado en trastornos de la conducta alimentaria. Señala que el desarrollo de este tipo de trastornos es “multideterminado” o multifactorial, pero es claro que está presente “una presión sociocultural que se ejerce a través de los medios de comunicación, y también de la familia, los compañeros de la escuela o del trabajo”.
Investigadora en ciencias médicas, nivel D, adscrita al Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente, Unikel Santocini apunta: “Esa presión sociocultural está en todas partes. Nadie se salva de eso. La cuestión es que hay gente que tiene ciertas características que hacen que esa presión desarrolle la enfermedad”. Se refiere a factores de tipo social, biológico, familiar, sicológico.
Unikel, designada por la Secretaría de Salud del gobierno federal para hablar con Contralínea acerca de los trastornos de la conducta alimentaria que se padecen en México, explica: “Si tengo una familia donde se le da mucha importancia a estar delgado; si mis compañeros de trabajo o la escuela todo el tiempo se están comparando y me están criticando por ser el gordito; y además tengo características individuales como ser perfeccionista, pues tengo muy altas probabilidades que desarrolle el trastorno. No a cualquiera le va a dar, sino a aquella persona que se encuentra en un nivel de vulnerabilidad”.
¿DÓNDE RECIBIR ORIENTACIÓN?
En el sector público, los trastornos de la alimentación se atienden en el Instituto Nacional de Nutrición y Ciencias Médicas Salvador Zubirán y, por tratarse de un asunto de la conducta o el comportamiento, principalmente en el Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente.
“¡Hasta se me ven los huesos! Voy por más…”
“Me baño varias veces al día, porque siento mi cuerpo con mucha grasa…”
“Mi mente funciona todo el tiempo con base en la comida y el espejo: cuánto comí, qué tendré que comer al rato, empiezo a sufrir por cómo le voy a hacer para no comer; cómo me queda este vestido, qué dice la báscula…”
Los testimonios recabados dan cuenta de un desorden de tipo emocional, sicológico, siquiátrico y biológico.
“El deseo de bajar de peso se vuelve obsesivo, sobre todo cuando no lo requieren”, explica Unikel Santocini. Buscan lograrlo a como dé lugar: restringiendo alimentos específicos o grupos alimenticios, o cancelando alguna de las horas de comida: desayuno, comida o cena; aislándose y cayendo en depresión.
Carmen Piña es sicóloga, terapeuta especializada en el tratamiento de las adicciones y directora clínica del centro de rehabilitación Caminar Segura. Explica que, a veces, se confunden los trastornos de la alimentación con depresión. Pero los trastornos de la conducta alimentaria se identifican “cuando se tiene un problema con la imagen: les da miedo engordar”; y, generalmente, las pacientes padecen de una distorsión de su propia imagen. Se miran más robustas de lo que en realidad son.
MÉXICO, A CIEGAS
Los trastornos de la conducta alimentaria (también llamados en algunos documentos médicos trastornos del comportamiento alimentario o alimenticio) son la anorexia, la bulimia y los trastornos alimenticios no especificados (tane), entre estos últimos destaca el trastorno por atracón. Todos pueden ser de dos tipos: restrictivo, cuando prevalece la poca o nula ingesta, o purgativo, cuando prevalecen las técnicas de expulsión de lo ingerido.
El Diagnóstico sobre la mujer en México a partir del ámbito de la salud: trastornos de comportamiento alimentario (anorexia y bulimia), define a estos trastornos como “enfermedades crónicas y progresivas que, si bien se manifiestan a través de la conducta alimentaria, aluden a una gama compleja de síntomas en los que se conjugan factores biológicos, psicológicos, familiares y sociales, de ahí la complejidad para comprender y atender este problema de salud pública, que afecta sobre todo a niñas y mujeres”.
Este documento –fechado en julio de 2013 por el Centro de Estudios para el Adelanto de las Mujeres y la Equidad de Género (CEAMEG), de la Cámara de Diputados– agrega que los trastornos de la conducta alimentaria “tienen su origen en causas psicológicas asociadas a experiencias particulares donde el entorno cultural y familiar de quienes lo padecen es determinante”.
Advierte que “la anorexia se caracteriza por una pérdida de peso elevada (de 15 a 45 por ciento) debido al seguimiento de dietas extremadamente restrictivas o bien al empleo de conductas purgativas (vómitos, ejercicio físico en exceso, consumo de laxantes). Las personas que padecen esta enfermedad presentan una alteración de su imagen corporal, sobreestimando el tamaño de cualquier parte del cuerpo”.
LA BULIMÍA, UN PROBLEMA MÁS
Con respecto de la bulimia, el estudio de la CEAMEG –cuya autora es la investigadora Mercedes Estrada Bernal– expone que “las personas que padecen bulimia experimentan ataques de voracidad en los alimentos, seguidos de ayunos o vómitos para contrarrestar la ingesta excesiva, uso de laxantes para facilitar la evacuación, preocupación excesiva por la imagen corporal y sentimientos de depresión, ansiedad y culpabilidad por no tener autocontrol”.
Referente al trastorno por atracón, el documento explica que se presenta “cuando se produce una sobreingesta compulsiva de alimentos. Después del ataque de glotonería aparece una fase de restricción alimentaria en la que baja la energía vital y se siente la necesidad imperiosa de comer. Una vez que se inicia otra sobreingesta, disminuye la ansiedad, el estado de ánimo mejora, la persona reconoce que el patrón alimenticio no es correcto y se siente culpable por la falta de control, aun así la persona con este trastorno continúa con este comportamiento a sabiendas que le causa daño a su salud”.
Citlali Gurrola, es licenciada en nutrición y coordinadora del Área de Nutrición del centro de rehabilitación Caminar Segura. Por más de 8 años ha tratado exitosamente estos trastornos, a los cuales define como “desviaciones de los hábitos saludables de alimentación”.
Estas desviaciones provocan que, por ejemplo, “al paciente le da miedo comer acompañado, empieza a mentir y sufre con las reuniones y convivencias sociales, que generalmente implican compartir alimentos”.
Otro documento del CEAMEG, publicado en mayo pasado, titulado Anorexia y Bulimia en México, destaca que en este país cada año se registran 20 mil nuevos casos de bulimia y anorexia sólo entre adolescentes. Y aunque los trastornos de la alimentación también pueden ser padecidos por hombres, el 90 por ciento de las personas que los padecen son mujeres.
SECTOR EN PELIGRO
El sector población con mayor prevalencia de anorexia y bulimia son las adolescentes de entre 14 y 19 años.
El documento se publicó en este 2016, pero todos los datos se basan en la Encuesta Nacional de Salud 2012. Otras cifras que arroja esta encuesta son que el 95 por ciento de los casos de anorexia y bulimia se desarrollan a partir de hacer una dieta estricta. Además, estima que entre la población universitaria, entre el 19 y el 30 por ciento de las mujeres presenta algún tipo de trastorno del comportamiento alimentario, sin presentar la totalidad de síntomas.
La incidencia se incrementa entre las mujeres deportistas, pues el 62 por ciento de ellas –como gimnastas olímpicas, bailarinas de ballet o patinaje a nivel profesional– padece un desorden alimenticio.
Con respecto de las posibilidades de recuperación, las estadísticas de la Encuesta Nacional de Salud mencionada señalan que el 57 por ciento de los adolescentes enfermos puede llegar a tener una vida normal con tratamiento médico, aunque no desaparece por completo el problema; el 40 por ciento tiene una cura total; el 3 por ciento fallece. Además, durante los últimos 20 años los trastornos alimentarios aumentaron 300 por ciento en México.
A pesar de las cifras, no se ha realizado un estudio más reciente que, además, se enfoque específicamente a medir estos trastornos y no sólo entre adolescentes o jóvenes.
AUTORIDADES MEXICANAS NO ATIENDEN EL PROBLEMA
La situación se vuelve más preocupante cuando se advierte que en México no existe una política pública específica para enfrentar los trastornos de la alimentación. “Para la obesidad sí hay programas y campañas”, destaca la sicóloga Carmen Piña. En efecto, el sector salud en su conjunto (la Secretaría de la Salud federal, el Instituto Mexicano del Seguro Social, el Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado y las secretarías de salud estatales) mantiene una campaña permanente para prevenir y combatir la obesidad y enfermedades relacionadas, como la diabetes.
En contraste, señala el Diagnóstico del CEAMEG, “lo que sí parece constituir una preocupación en la agenda de política pública es el problema de la obesidad, acerca del cual se reconoce en los instrumentos marco de política pública como un fenómeno (epidemia) que genera problemas importantes de salud en gran parte de la población en México. La obesidad se encuentra plenamente identificada como un problema de salud pública que ha crecido de manera significativa en México”.
La indolencia de las instituciones de salud mexicana ante la emergencia de trastornos de la alimentación se observa en el propio Plan Nacional de Desarrollo 203-2018, en el que “no es posible encontrar de manera explícita alguna alusión específica referida a los trastornos de la conducta alimentaria”, apunta el CEAMEG en su Diagnóstico.
Recalca: “esta problemática social que alcanza dimensión de urgente en salud pública no se alcanza a identificar, y menos de manera articulada en el conjunto del marco de las políticas públicas o programas presupuestarios orientación de género, así como tampoco es posible encontrar programas presupuestarios con acciones específicas orientadas a la prevención y atención de la anorexia, la bulimia, y el atracón, y cuya población objetivo son prioritariamente las niñas y las mujeres”.
Esta ausencia de políticas de Estado para enfrentar el problema se ha traducido en que tampoco se cuente con especialistas suficientes tanto para atender a los pacientes como para generar investigación médica al respecto.
“Hay poca gente realmente especialista”, considera Claudia Unikel Santocini. En un país con 120 millones de habitantes, “cuento con las manos los grupos que hay: aquí en el Instituto Nacional de Psiquiatría, en el Instituto Nacional de Nutrición y en la Facultad de Estudios Superiores Iztacala de la UNAM [Universidad Nacional Autónoma de México] y la gente que está en las clínicas privadas, pero no todos hacen trabajo de investigación: nada más dan tratamiento”.
Por otra parte, los datos de la Tercera Encuesta Nacional sobre Exclusión, Intolerancia y Violencia en las Escuelas de Educación Media Superior, realizada por la Secretaría de Educación Pública (SEP) en 2013, señalan que el 25 por ciento de las mujeres encuestadas entre los 15 y los 18 años de edad ha dejado de comer por 12 horas por medio a engordar; mientras que el 1 por ciento de los varones recurre al ayuno como método contra la obesidad o el sobrepeso.
Además, el 28 por ciento de las mujeres y el 18.6 por ciento de los hombres encuestados han tomado pastillas para bajar de peso. Y 10 por ciento de las personas encuestadas ha vomitado también para perder peso.
Por su parte, el Sistema Único de Información para la Vigilancia Epidemiológica (SUIVE), de la Dirección General de Epidemiología de la Secretaría de Salud, pudo detectar que, en 2014, la incidencia de anorexia y bulimia en México fue de una tasa 1.45 casos por cada 100 mil habitantes.
Pero se trata de los casos que se pueden contabilizar porque los pacientes se atendieron y se les diagnosticó alguno de los trastornos de la alimentación. Un número indeterminado no se diagnostica y otro, aún más grande, ni siquiera se atiende.
A nivel internacional, la Organización Mundial de la Salud señala a los trastornos alimenticios como la tercera causa de muerte entre adolescentes, solamente después de los accidentes de tránsito y la adicción a las drogas.
Los especialistas coinciden en que los prejuicios y la escasa información entre la población, y aun entre la comunidad médica, provocan que se diagnostiquen tardíamente estos males. La consecuencia de esto es que los pacientes tengan menos posibilidades de recuperación.