A los 70 años, murió Niki Lauda, tri campeón de la Fórmula 1


El tricampeón
  • Fue uno de los mejores pilotos de la máxima competencia del automovilismo mundial: ganó 25 carreras y se consagró en 1975, 1977 y 1984.
  •  Y supo reponerse con un temple inigualable a un terrible accidente en 1976

Agencias

A los 70 años, murió Niki Lauda, uno de los mejores pilotos de la historia de la Fórmula 1. Se impuso en 25 carreras y ganó tres títulos del mundo. Sin embargo, la mayoría de la gente lo recuerda por su peor momento. Por el terrible accidente que sufrió en Nürburgring en 1976. Lauda fue un enorme piloto en una época en que sobresalir no era sencillo.

Lauda falleció el pasado lunes en una clínica de Zúrich, en Suiza. Tras el trasplante de pulmón al que fue sometido en verano, Lauda estuvo hospitalizado hasta octubre. Posteriormente, el pasado enero, tuvo que ser ingresado de nuevo debido a una gripe que contrajo mientras pasaba las navidades en la isla española de Ibiza, donde tenía su segunda residencia

Tenía un talento poco vistoso. Lo suyo no eran las grandes maniobras, ni los sobrepasos alocados. Era un ingeniero puesto tras un volante. Su mayor virtud era la inteligencia, la sangre fría. El campeón sobrio. Lograba pensar con tranquilidad a trescientos kilómetros por hora. La dimensión legendaria, el carácter mítico lo obtiene al sobreponerse al accidente que casi pierde la vida y le costó mucho dolor y varias de sus facciones. Una oreja abollada, informe, un párpado destruido, la piel de la frente y del costado derecho de su cara con los trazos perfectamente marcados de las quemaduras. La piel rugosa, lacerada, las cicatrices perpetuas, los tatuajes del accidente.

Festejando el triunfo en 1976

1 de agosto de 1976. La carrera recién comenzaba. La pista mojada y el pronóstico de buen tiempo hacían dudar a los pilotos y a las escuderías. Nadie sabía qué neumáticos utilizar. Nürburgring era un circuito exigente. Acaso el más exigente de todos en ese tiempo. Cada vuelta era de casi 23 km. El campeón vigente y cómodo puntero del campeonato de pilotos, Niki Lauda, adoptó una decisión inteligente, y, una vez más, sorprendió a sus rivales, y entró a boxes luego de finalizar la primera vuelta. Al salir, con las gomas para suelo seco, su velocidad abrumaba a sus contendientes. Pero pocos kilómetros más adelante, finalizando el sector más sinuoso del circuito, en medio de la última curva, el impasible austríaco perdió el control del vehículo. Nunca se supo si fue una falla humana o mecánica (las pericias no eran tan exhaustivas en esos tiempos). La Ferrari con el número 1 impactó de lleno contra un terraplén, giró sobre sí misma y siguió golpeando contra la montaña en un par más de ocasiones. Hasta que, luego de desprenderse un neumático, ya convertido en una bola de fuego informe, el auto se paró en medio de la pista. Un rezagado, mientras intentaba frenar, impactó contra Lauda. Además de ese conductor, un norteamericano ex combatiente de Vietnam llamado Brett Lunger, otros tres corredores detuvieron su marcha para asistir al accidentado: Harald Ert, Arturo Merzario y Guy Edwards. El norteamericano penetró entre las llamas. El crepitar de los hierros y el ruido lejano de los motores dejaban escuchar los aullidos de dolor del campeón atrapado. El italiano Merzario aportó el detalle que, junto con el arrojo de Lunger, salvó la vida de Lauda: como había estado en Ferrari sabía que los cinturones de seguridad de sus autos se abrían de manera diferente al de las otras escuderías. Lunger tironeó del cuerpo mientras los otros vacían sus extinguidores sobre Lauda. La cara de Niki estaba deshecha. Ensangrentado, en carne viva, la parte superior de su cara parecía construida con cera derretida. Nada estaba en el lugar en que debía estar. La piel caía a jirones de sus manos. Al llegar al hospital, las posibilidades del austríaco de sobrevivir eran muy escasas. Mientras le realizaban las primeras intervenciones médicas recibió la extremaunción.

Ese 1 de agosto de 1976 parecía que su carrera había finalizado. Con varias carreras para terminar el año, aún sin competir podía coronarse campeón por segundo año consecutivo dada la gran diferencia de puntos que tenía con sus principales perseguidores, James Hunt y Jody Sheckter. Algo no tan frecuente en esos años -el último bicampeonato lo había conseguido Brabham en los años 59/60- de menor tecnología, gran paridad y pilotos que podían ganar carreras aun sin estar en los mejores equipos. Pero la carrera de Lauda no acabó en Nürburgring. Menos de un mes y medio después volvió a correr. Un milagro. Y una proeza de la fuerza de voluntad. A 42 días de convertirse en el piloto bonzo, volvió a estar en la grilla de largada de un Gran Premio. La gente las primeras veces que se lo encontraba no podía sostenerle la mirada. No podían acostumbrarse a su nueva cara. A Lauda poco le importaba. Su fuerte personalidad y determinación le permitieron seguir adelante.

Preparándose para entrenar 1976

RIVALIDAD CON JAMES HUNT, ARGUMENTO PARA PELÍCULA

Esa temporada, en la última carrera, tal vez se dé el mayor momento de su carrera. El ganador, el tricampeón del mundo, consiguió su momento inmortal en una derrota. En su ausencia, James Hunt había aprovechado para acercarse. Antes del Gran Premio de Japón, última carrera en el calendario de la Fórmula 1 de ese año, el austríaco aventajaba a Hunt por tres puntos. Vale la pena detenerse en Hunt. Representaba lo opuesto a Lauda. Era la osadía, el desparpajo, un playboy que aceleraba en cada curva y en cada momento de la vida. Se vanagloriaba de épicas orgías las noches previas a las carreras. Su larga cabellera rubia sobre el buzo antiflama marcaron una época. Su figura y la rivalidad con Lauda son el sustento argumental de Rush, la excelente película de Ron Howard: un western sobre ruedas, un duelo entre dos personalidades opuestas, que pinta un mundo mítico como el de la Fórmula 1 de los setenta con gracia y precisión.

Al año siguiente se recuperó y ganó su segundo campeonato mundial de punta a punta. Cada día se mostraba más fuerte. El accidente y la experiencia cercana a la muerte habían quedado atrás. Un tiempo después decidió retirarse del automovilismo. Fundó una línea aérea que luego vendió. Retornó a la Fórmula 1 en el 82. Creía que todavía podía dar algo más. En 1984 consiguió su tercer título al vencer por medio punto a Alain Prost. Luego tuvo otra aerolínea (que sufrió un accidente fatal en 1991 en Tailandia que dejó casi tres centenares de muertos) y volvió otra vez a la Fórmula 1, ya no como piloto sino como directivo y asesor.

La victoria en el Reino Unido, 1982

TRES TRASPLANTES EN SU EXISTENCIA

Su actitud vital nunca varió a pesar de varios inconvenientes de salud. Debió someterse a dos trasplantes de riñón. Y en Ibiza, hace poco menos de un año, le realizaron un tercer trasplante, uno de pulmón, afectado desde el accidente del 76 en el que aspiró humos tóxicos. Hace décadas que Niki Lauda se convirtió en una leyenda. El campeón del mundo sereno, impasible, frío y racional. El que lograba reflexionar con claridad en los momentos más dramáticos. El que se paró de frente a la adversidad. Las cicatrices en su cara que nunca se quiso sacar, que se negó a operarse, las lesiones permanentes en el cuero cabelludo que solo tapó con una gorra nunca fueron un estigma para Lauda. Sino un testimonio de lo vivido y de aquello contra lo que batalló y debió superar. Ese es su mayor legado.

Con Bernie Ecclestone, durante el Gran Premio Bélgica en 1978

SERÁ ENTERRADO CON SU UNIFORME

Niki Lauda será enterrado con el mismo uniforme con el que alcanzó la fama y la gloria como campeón de Fórmula 1: un mono de competición, tal y como ha confirmado el párroco de la vienesa Catedral de San Esteban, donde el próximo miércoles se instalará la capilla ardiente.Toni Faber, el responsable eclesiástico de este templo, ha explicado que también el casco de piloto de Lauda, fallecido el pasado lunes día 20 a las 70 años, jugará un papel destacado en la ceremonia de despedida del tricampeón del mundo de Fórmula Uno (F1).Los medios locales aseguran que por la capilla ardiente pasarán muchos famosos del mundo de la cultura y el deporte, como el piloto británico Lewis Hamilton; el ex jefe de la F1, Bernie Ecclestone; o el actor estadounidense-austríaco Arnold Schwarzenegger.

Niki Lauda y su esposa Birgit Lauda

SEPELIO PRIVADO

El entierro tendrá lugar en la intimidad familiar. Hasta el momento no se ha revelado dónde serán depositados los restos mortales del piloto austríaco.

.