A la mitad del foro 2 de abril en Oaxaca


Porfirio Díaz (centro) rumbo al exilio

León García Soler

            Prieto de ancho y negro bigote, Porfirio Díaz celebró o conjuntó el día de su cumpleaños con el de su victoria militar en Puebla sobre las fuerzas francesas del Segundo Imperio y el cuerpo de las fuerzas conservadoras, que fueron hasta Miramar en busca de un emperador de opereta y combatieron en México a sus paisanos liberales, a los que se aferraron a la patria hasta lograr la restauración de la República y el estado de derecho liberal y social que nos haría Nación soberana.

Cosas de la incontestable realidad. De aceptar que el hubiera no pertenece al ámbito de la Historia sino al de la metafísica. El joven oaxaqueño que se cubrió de gloria, combatió hasta la derrota definitiva de Maximiliano, el austriaco fusilado junto con Tomás Mejía, indio como Juárez, y con Miguel Miramón, “el joven Macabeo” que como cadete defendió el Alcázar de Chapultepec de las fuerzas invasoras yanquis. Cada uno de ellos tenía su visión de México: Pero ambos no podían tener la razón. Porfirio Díaz fue prisionero del ejército francés y del segundo Imperio; escapó de la prisión y volvió al combate. A la búsqueda del horizonte liberal que en su caso derivó en el positivismo aplicado en México por los “científicos”, tecnócratas del cambio secular que estalló en la Revolución y renuncia del viejo dictador Porfirio Díaz.

Vicente Fox Quesada

De los festejos del Centenario a embarcarse en el Ipiranga rumbo a la vieja, eterna Francia. Y a esperar el retorno de sus restos que no se daría ni al traicionarse la gran revolución mexicana que nos diera el estado moderno, ni al entregarse mansamente el poder presidencial de las manos contables de Ernesto Zedillo al fantoche Vicente Fox, apóstol de la democracia en el mundo del revés que, al son de la incontinencia verbal del de Guanajuato, hizo bailar a las ratas tras el flautista de Hammelin, y a los herederos de los herederos de la Revolución al ritmo vergonzoso de los polkos que dieron la bienvenida los invasores del gran imperio que hoy se desmorona a golpes de ignorancia y locura del mercader Donald J. Trump.

Todo cambia y ya ni los más leales panistas, mochos de escapulario y no de “moches”, visitan las calles del 2 de abril, que la transustanciación de soldado restaurador de la República a tirano con el pecho cubierto de medallas y la mano de acero de dictador que enviara el infame telegrama a su compadre Mier y Terán: “Mátalos en caliente”.

A obreros de Río Blanco en huelga, a cien años de haber declarado Miguel Hidalgo y Costilla que todo aquel que pisara tierra mexicana era libre, dejaba de ser esclavo. ¿Quién recuerda en estos días de precampañas y post-verdades a Heriberto Jara, líder sindical, combatiente revolucionario, constituyente, legislador  y líder del Partido de la Revolución Democrática.

Los oligarcas y sus vasallos ignoran, o fingen no saber,  que alguna vez solicitó el General de División Heriberto Jara, gobernador de Veracruz, que el gobierno federal removiera al jefe de la zona militar y enviara de inmediato un relevo; no hubo respuesta pronta y el gobernador de Veracruz envió un telegrama al Presidente de la República: “Ante la negativa del gobierno federal, no me queda más remedio que declarar y hacerlo públicamente, que el Supremo Poder Ejecutivo de la Unión ha violado el pacto federal…”. De esos hombres dicen los presuntos enemigos de lo que llaman “la historia oficial”, que eran sumisos y obedientes al mando del “Señor, Presidente”, el de la hora que usted quiera, señor; aunque ya fuera rumbo a la entrega del enorme poder de…la institución presidencial.

Porfirio Díaz Mori

Miguel Ángel Mancera pide licencia para ser senador. Modestamente. Después del desmantelamiento de las instituciones y de la inconcebible instauración de un poder constituyente, con los diputados o cortesanos o parlamentarios no elegidos sino designados por sus jefes políticos o patrones, dispuestos a sumar su voto a la Constitución de la Ciudad de México, como si de la polis de Atenas se tratara, o de Roma en el trance de caer la República y asistir al “principado” de Augusto, respetuoso del nombre de César, más que de su obra. El dos de abril se convirtió al paso del tiempo en proletaria zona roja, Y no habló del rojo revolucionario de la izquierda ida, sino del previsor color aburguesado que anuncia los burdeles y el triste paso de las chicas de  “la vida  alegre”.

Ya pasó la precampaña y pasará muy pronto la semana santa del tercer milenio; sin la proverbial y politizada visita de las siete casas; sin la marcha de los búfalos ansiosos de ver humo blanco salir del despacho del que manda, o mandaba, o hacía como que mandaba. Los tres aspirantes, Andrés Manuel López Obrador, Ricardo Anaya, José Antonio Meade, dan la bienvenida a Margarita Zavala de Calderón, desde sus respectivos retiros monacales.

Heriberto Jara

Cada uno cumple con estos días de guardar, a su modo y de manera que nada parezca alterar la tormenta de lodo, los silencios premonitorios, la tozuda vocación de evitar se escape alguna idea propia, algún proyecto político o programa de gobierno que los distinga entre sí; entre lo que impone el silencio de precampaña y el miedo a usar las armas ideológicas, esgrimir las visiones políticas: levantar la voz para convencer y convencerse de que en verdad quieren el poder para ejercerlo al servicio de los más, para combatir la concentración de la riqueza y abatir la inhumana multiplicación de la pobreza.

No hace mucho estuvo en Oaxaca el Presidente Enrique Peña Nieto. A revisar los trabajos de restauración y ayuda de los daños provocados por el último de los sismos que nos azotan periódicamente. Discreto, atrás de él, Alejandro Murat.

Menos mal. Se acaba también el sexto año del sexenio y Peña Nieto sale en defensa de sus logros, de lo hecho en estos tiempos amargos de violencia, corrupción y de impunidad. Está en lo suyo.

El mandato es para el tiempo preciso que la norma señala. Ni un minuto más, pero ni un segundo menos.

El resto es silencio.