Ruiz-HealyTimes: Constituyentes de mentiras


Diputados lucharon por lograr curul y luego “piden permiso”   (balazo)

Pese a los enormes recursos asignados al rubro, crecen delitos e inseguridad.

Caso Colombia, encuestas demuestran, una vez más, su escasa confiabilidad.

Eduardo Ruiz-Healy

El pasado 15 de septiembre empezó a sesionar la Asamblea Constituyente de la Ciudad de México, en la antigua sede del Senado, la cual debe revisar, modificar y votar el proyecto de Constitución Política para la CDMX que redactó la llamada juntas de notables nombrada por el jefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera.

La Asamblea debería estar integrada por 100 diputados, pero sólo tiene 99, ya que el siempre rijoso partido Morena no aceptó hacer un nombramiento que le correspondía en la Cámara de Diputados. De los 99, 60 fueron electos por los Cedemexicanos el 6 de junio pasado; otros 27 fueron designados por las cámaras de Diputados y Senadores; seis fueron designados por el presidente Enrique Peña Nieto y los seis restantes por el propio Mancera.

Por el partido al que pertenecen, 23 son del PRD, 22 de Morena, 15 del PAN y 15 del PRI. El PVEM, el PANAL y el PES tienen tres cada uno, MC tiene dos y además hay un independiente. Ninguno de ellos cobra un sólo centavo por su actividad legislativa

 

¿CÚAL LA TAREA?

Estos 99 diputados constituyentes, que buscaron y aceptaron el cargo y la responsabilidad que conlleva, tienen hasta el 31 de enero entrante para aprobar la Constitución de la Ciudad de México.

Ahora bien, pese a que en tan solo 86 días deberán tener redactada y aprobada la ley fundamental de la capital del país, dos diputados de Morena ya pidieron licencia para dejar temporalmente su cargo, aduciendo compromisos adquiridos antes de ser electos el 6 de junio pasado.

Uno de ellos es Javier Jiménez Espriú, quien solicitó ausentarse durante todo el mes de octubre. Este personaje, que fue Subsecretario de Comunicaciones y Desarrollo Tecnológico de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes durante el nefasto y  corrupto gobierno de José López Portillo (1982-88), impugnado ex presidente del equipo Pumas de la UNAM, y renombrado académico de dicha universidad, es hoy un feroz crítico del régimen, como puede leerse en los mensajes que sube a su cuenta de twitter @JimenezEspriu, en donde, el 16 de septiembre pasado escribió lo siguiente: “Lucharemos por que en la Constitución las leyes anticorrupción sean claras y no permitan como hoy, interpretaciones favorables a los pillos”. Aparentemente, días después decidió que la lucha no era tan importante como los compromisos que había adquirido con anterioridad y abandonó la Asamblea Constituyentes por todo un mes.

El otro moreno que, como Jiménez Espriú, resultó ser un constituyente de mentiras es el actor Bruno Bichir, quien solicitó licencia para ausentarse del 6 al 17 de octubre porque tiene que irse a filmar una película.

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DINERO TIRADO  A LA BASURA

Anoté aquí hace una semana algunas cifras que contiene el Reporte Sobre Delitos de Alto Impacto. Julio 2016, elaborado por el Observatorio Nacional Ciudadano y señalé que de acuerdo a la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública (ENVIPE) 2016, coordinada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), “en 2015 no se denunció el 93.7% de los delitos cometidos porque las víctimas dijeron que el hacerlo es una pérdida de tiempo o porque desconfían de la autoridad”.

Con base en los datos anotados en este espacio el jueves pasado, este año se cometerán más asesinatos, secuestros, extorsiones y violaciones que el año pasado. También se robarán más vehículos. Disminuirán ligeramente, muy ligeramente, los robos con violencia y a negocios y solo se registrará una baja notoria en los robos a casas habitación y transeúntes.

Ahora bien, ¿cómo es posible que las tasas delincuenciales no hayan disminuido si tomamos en cuenta el monto impresionante de recursos económicos, materiales y humanos que tanto el gobierno federal como los gobiernos estatales han dedicado durante los últimos años para combatir al delito?

De acuerdo al estudio Gasto inteligente en seguridad, diagnóstico y propuestas elaborado por Ethos Laboratorio de Políticas Públicas, de 2001 a 2013 el presupuesto anual que el gobierno federal destinó a la seguridad aumentó 200%, mientras que el de los estados se incrementó 97%. En total, el dinero gastado equivale al 1.5% del Producto Interno Bruto (PIB).

En ese período nuestras autoridades federales y estatales se gastaron poco más de dos billones de pesos en seguridad y combate a la delincuencia.

Y pese a ese inmenso gasto, apenas el 25% de los delitos federales y el 10% de los del fuero común que fueron denunciados acabaron con sentencia y castigo. Si tomamos en cuenta que no se denunció el 94%, resulta que solo 1.5 de cada 100 delitos federales y 0.6 de los delitos del fuero común recibieron una sentencia condenatoria.

A los dos billones de pesos gastados entre 2001 y 2013 es necesario añadir los que nuestros gobernantes se gastaron en 2014 y 2015: unos 150,000 millones y casi 153,500 millones, respectivamente. Este año, serán 160,000 millones más.

En resumen, casi casi 2.5 billones de pesos desde 2001 a este año y, lejos de percibir que las cosas mejoran, la mayoría de los mexicanos sienten que empeoran.

De acuerdo con la antes citada ENVIPE 2016, el 70 % de los encuestados dijo vivir inseguro, porcentaje más alto que el 66.6% que arrojó la ENVIPE 2012 y similar al 69.5% registrado en 2011, uno de los años más violentos del sexenio calderonista.

Los pésimos resultados logrados en la lucha contra la delincuencia y la alta percepción de que vivimos inseguros significa que los 2.6 billones de pesos se han tirado a la basura.

Ese desperdicio de dinero tiene sus razones, las cuales señalaré próximamente.

 

OTRA VEZ, FALLARON  LAS ENCUESTAS

El 24 de agosto pasado, en La Habana, Cuba, representantes del gobierno colombiano y de la organización guerrillera FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) suscribieron el Acuerdo Final para la Terminación del Conflicto   y la Construcción de una Paz Estable y Duradera, por medio del cual ambas partes daban por terminada la lucha armada que empezó en enero de 1960 y que le costó la vida a casi un cuarto de millón de personas.

El acuerdo, contenido en un documento de 297 páginas de extensión, fue sometido a plebiscito el domingo pasado y, sorprendentemente, fue rechazado por el 50.2% de los colombianos que decidieron acudir a las urnas.

Y digo sorprendentemente porque las encuestas elaboradas por las empresas más serias y profesionales de Colombia aseguraban que el domingo ganaría el Sí sobre el No.

La de Polimétrica pronosticaba que el 62% de los encuestados votaría a favor del acuerdo. La de Datexto estimaba que el 55% se inclinaría por el sí. La de Ipsos Napoleón Franco señalaba que el 66 % de los votantes apoyaría el sí.

El fracaso en Colombia es uno más de tantos fracasos que las encuestadoras han experimentado alrededor del mundo durante los últimos años. Algunos de ellos: las elecciones de 11 gubernaturas mexicanas en junio de este año; el referendo sobre la salida del Reino Unido de la Unión Europea (Brexit), también en junio pasado; el referendo sobre la independencia de Escocia en 2014; las elecciones intermedias de Estados Unidos de 2014; las elecciones legislativas israelíes de 2015; la elección presidencial estadounidense de 2012; y la elección presidencial de México de 2012.

El 28 de junio pasado cité en este espacio a Cliff Zukin, profesor de políticas públicas y ciencias políticas en la Universidad de Rutgers y ex presidente de la Asociación Estadounidense para la Investigación de la Opinión Pública, quien afirma que “hay dos tendencias que están haciendo que las encuestas sean cada vez menos confiables: el aumento en el uso de celulares y la poca voluntad de la gente a responderle a los encuestadores. Estos dos factores han hecho que las investigaciones de calidad sean mucho más costosas y que por ello se realicen menos de éstas. Esto ha abierto la puerta a técnicas que científicamente estén menos fundamentadas y probadas… el viejo paradigma se ha roto y no hemos descubierto la manera de reemplazarlo. El resultado es que las encuestas políticas se han hecho menos precisas… Vamos a tener que pasar por un período de experimentación para ver qué funciona y cómo mejor atinarle a un blanco en movimiento”.

El que de nuevo hayan fallado las encuestas, ahora en Colombia, corrobora lo que ha dicho Zukin.

Las encuestas han dejado de ser confiables y esto lo debemos tener presente al analizar las que ahora se realizan en Estados Unidos en torno a las preferencias electorales. Según ellas, si la elección presidencial se realizara hoy ganaría la demócrata Hillary Clinton. Pero, ¿qué tan apegadas a la realidad están estas encuestas?

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EL DEBATE CHIQUITO

El primero y único debate entre los candidatos vicepresidenciales de Estados Unidos se realizó ayer en la Universidad de Longwood, en la pequeña población de Farmville, en el estado de Virginia.

De entrada, para la mayoría de los analistas y el público en general este debate careció de la importancia que tuvo el primero entre los candidatos presidenciales y que tendrán los dos siguientes entre Hillary Clinton y Donald Trump, los días 9 y 19 de este mes.

Sin embargo, creo que fue sumamente importante la discusión que anoche sostuvieron el senador demócrata por Virginia, Tim Kaine, y el gobernador republicano de Indiana, Mike Pence. Después de todo, uno de ellos será el próximo vicepresidente y estará, como dice una vieja frase, a solo un latido cardiaco de distancia de la presidencia.

Kaine, de 58 años de edad, es compañero de fórmula de Clinton, quien tendrá 69 años al asumir la presidencia, si es que gana la elección de noviembre venidero. Pence, de 57 años, es compañero de Trump, quien tiene 70 y los seguirá teniendo hasta el 14 de junio del año entrante. O sea, por la edad de que tienen ambos candidatos presidenciales y el desgaste físico que causa desempeñar la presidencia estadounidense (véase el envejecimiento de Barak Obama después de casi ocho años en el cargo), no es descabellado suponer que en el período 2017-2021 pudiera fallecer o quedar imposibilitado el próximo presidente estadounidense.

Por lo anterior, para mí era muy importante ver anoche qué decían y cómo se conducían Kaine y Pence, y la verdad es que el debate de ambos fue mucho más interesante y de mayor altura que la que hace unos días sostuvieron Clinton y Trump, evento que echó a perder la nada sorprendente vulgaridad del republicano.

Tanto Pence como Kaine son políticos profesionales que saben debatir, defender sus puntos de vista y atacar los del contrario, evadir responder lo que no quieren contestar, ser agresivos cuando deben serlo, mostrar sus emociones cuando les conviene. Todo eso es lo que hizo que el debate de anoche fuera una grata experiencia.

¿Quién ganó? Creo que todo quedó en un empate.

Pence se negó a defender los insultos que Trump ha lanzado contra latinos, mujeres y musulmanes y menos a pedir perdón por lo que ha dicho su compañero de fórmula, pero demostró ser un republicano conservador de la vieja guardia. Demostró ser mejor para criticar a Clinton que para defender a Trump. También supo defender sus propias posiciones.

Kaine supo criticar continuamente a Trump y nunca cedió en sus ataques. Durante los 90 minutos del debate le recordó al público todo lo malo que ha dicho el candidato presidencial republicano. También defendió exitosamente a su compañera de Fórmula. Al principio de la discusión se vio acelerado y un tanto agresivo, calmándose después de unos 15 o 20 minutos.

En conclusión, el debate de los vicepresidenciales no alterará las encuestas que por el momento indican que la mayoría de los probables votantes se inclinan por Hillary Clinton.

¿A quién me gustaría ver como presidente en caso de que el próximo presidente de Estados Unidos muriera o quedara impedido para seguir en el cargo? Definitivamente, a Kaine, porque comparto más sus posiciones que las que sostiene Pence.

El debate de ayer no fue chiquito. Ojalá que algún día viéramos uno similar en México, aunque lo dudo mucho.

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LA MENTE DE TRUMP

Ante la posibilidad de que Donald Trump pudiera ser el próximo presidente de Estados Unidos, en varias publicaciones de ese país se han publicado desde hace tiempo diversos artículos en donde quienes lo han entrevistado, así como psicólogos y psiquiatras, analizan su personalidad y pretenden diagnosticar su estado mental.

En la edición de junio pasado de la prestigiada revista estadounidense The Atlantic se publicó un artículo intitulado The Mind Of Donald Trump: Narcissism, disagreeableness, grandiosity—a psychologist investigates how Trump’s extraordinary personality might shape his possible presidency (La Mente de Donald Trump: Narcisismo, antipatía, grandiosidad – un psicólogo investiga como la extraordinaria personalidad de Trump podría configurar su posible presidencia). El autor es Dan P. McAdams, quien es profesor de psicología y director del Centro de Foley para el Estudio de la Vida Humana en la Universidad de Northwestern. Es el autor de George W. Bush and the Redemptive Dream: A Psychological Portrait (George W. Bush y el Sueño Redentor: Un Retrato Psicológico) y The Art and Science of Personality Development (El Arte y La Ciencia del Desarrollo de la Personalidad).

De entrada, McAdams escribe que “Desde cualquier punto de vista, la personalidad de Trump es sin duda extrema, y particularmente rara para un candidato presidencial; muchas personas que se topan con él -ya sea negociaciones o en el escenario de un debate o viendo ese debate en la televisión-parecen encontrarlo desconcertante”.

Durante su extenso análisis, el psicólogo desmenuza la personalidad y las motivaciones de Trump, fundamentando cada una de sus aseveraciones.

Casi al final del artículo McAdams anota que “Hace casi dos siglos, el presidente Andrew Jackson mostraba muchas de las mismas características psicológicas que vemos en Donald Trump -la extroversión y la dominancia social, el temperamento volátil, los diversos tonos de narcisismo, la atracción del populista autoritario. Jackson fue, y sigue siendo, una figura controvertida en la historia de Estados Unidos. No obstante, parece que Thomas Jefferson estaba equivocado cuando caracterizó a Jackson como no apto para ser presidente, un hombre peligroso que se ahogaba en su propia rabia. De hecho, el considerable éxito de Jackson para dramáticamente expandir el poder de la presidencia se explica en parte en su capacidad de regular su ira y utilizarla estratégicamente para promover su agenda”.

El psicólogo concluye así su análisis: “¿Quién es, realmente, Donald Trump? ¿Qué hay detrás de la máscara del actor? Puedo discernir poco más que motivaciones narcisistas y una narrativa personal complementaria de ganar a cualquier precio. Es como si Trump ha invertido tanto de sí mismo en el desarrollo y el perfeccionamiento de su papel socialmente dominante que no tiene le queda nada de sobra para crear una historia significativa para su vida o para la nación. Siempre es Donald Trump interpretando a Donald Trump, luchando para ganar, pero sin saber por qué”.

Después de leer este artículo estoy más convencido que antes de que Trump no sólo es un peligro para México sino para el mundo. Puede leerse en www.theatlantic.com/magazine/archive/2016/06/the-mind-of-donald-trump/480771/.

 

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