Política Inconfesable: Depredación


Rodrigo Villar

La promoción del linchamiento del prójimo cuando anteponemos la defensa de nuestros derechos, por acciones del otro que también recurre a cualquier cosa para reclamar la reposición de sus propios derechos, es signo de debilidad en el tejido social y en la estructura del Estado.

Debemos partir del concepto Estado como el ente general que incluye a todos los actores de la nación. Es decir en esta acepción el Estado somos todos, con nuestras respectivas características, obligaciones y responsabilidades.

Aquella tesis, tan de boga en nuestro México actual: concerniente al derecho personal, que llega hasta donde se topa con el del otro, se ha llevado al extremo por un sector que influye en la opinión pública.

El maximalismo que pregonan los dueños del dinero y del poder económico, de plano resulta inadmisible porque excacerba los ánimos contra un sector social específico como el magisterio, y la emprende sin medir consecuencias contra el poder político vigente. En este caso el gobierno federal y diversos gobiernos estatales que tienen nombre y apellido.

La ofensiva mediática ahora no sólo se enfila al magisterio: a sus acciones y demandas.

Cada persona tiene un criterio y opiniones sobre el quehacer del magisterio llamado despectivamente disidente. Se puede estar en contra de las acciones que han tomado, bloqueando carreteras, el acceso a aeropuertos, el cierre de centros comerciales, la participación en enfrentamientos con las fuerzas del orden. Pero también existen mexicanos que apoyan o por lo menos entienden esos hechos.

El debate no debe ser moralizante. El debate nos debe conducir a conocer las causas más profundas de la gravísima crisis educativa y académica que enfrenta México, no de ahora sino de decenas de años atrás.

Porqué los mexicanos caímos en la trampa que nos tendió el hiperrealismo, que hace del todo una simulación. Qué vehículos se utilizaron para conducirnos a la postración que hoy nos ubica en los últimos lugares en el mundo en cuanto a aprovechamiento o el intolerable sitio de mediocridad que ocupamos. Y bueno, ya no se hable del nivel cultural que tenemos como sociedad.

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Esa sería la esencia del debate. Que cada sector social asuma su responsabilidad y ponga no su granito de arena, sino las toneladas de esfuerzo, recursos, talento e imaginación que se requieren para salir del ostracismo que parece no tener fondo.

Pero ahora, aclaro ¡ya no es de sorprender!, los grupos empresariales –que por cierto son muchos-, los más beneficiados por el sistema que nos hemos impuesto, y que proporcionalmente representan una minoría privilegiada, ponen contra la pared no a los maestros, sino a las autoridades.

El sector empresarial ha obtenido en bandeja de plata enormes prerrogativas, sobre todo fiscales, en las últimas décadas. El Congreso Federal les ha perdonado casi todo, con la aprobación de leyes que resguardan sus intereses.

Es comprensible que los empresarios se preocupen por sus intereses, así como los maestros, los trabajadores, los oficinistas se preocupan por sus respectivos intereses. Pero lo inadmisible es la escasa comprensión de las acciones de un gobierno, que ha optado por no reprimir, para resolver las acuciantes y graves demandas de todos los sectores de un país tan complejo.

Hace unos días los empresarios, de plano, se alzaron en una protesta mediática y política que se enfiló a golpear a las instancias de gobierno que mayor cercanía han tenido con ellos.

Los misiles depredadores se apuntaron a objetivos precisos en la estructura del gobierno, tanto federal como estatal que “han permitido la impunidad de los maestros”.

El amparo pretende proteger a los empresarios de las decisiones de la autoridad que los ha salvaguardado, a topes, pero aún así salvaguardado.

Lo que vemos, con estas reacciones que colocan en entredicho a la autoridad federal, es una peligrosa provocación, producto de una depredación, por momentos, incontenible.

inconfesable los ricos del pais...