La Torre de Babel, hoy


Mario Moreno "Cantinflas"
  • A 27 años de la muerte de Mario Moreno “Cantinflas”.
  • “La peste” novela de Albert Camus recupera vigencia.
  • La naturaleza, grandes frases de enormes pensadores.

Carlos Ravelo Galindo, afirma:

Bien dicen y dicen bien que el que no vive para servir, no sirve para vivir.

Cortejo fúnebre que acompañó a Mario Moreno

Quizá el nombre de Mario Fortino Alonso Moreno no te diga nada, tampoco si te decimos que nació el 12 de agosto de 1911 en la Ciudad de México. Pero si te recordamos dos de sus frases seguramente sabrás a quién nos referimos: «Ahí está el detalle, joven», o «Hay momentos en la vida que son verdaderamente momentáneos». En 1992, la Real Academia de la Lengua Española reconoció el verbo “cantinflear”, como “hablar mucho con escasa o nula coherencia, con un verbalismo vacío, incongruente, disparatado y que mezcla muletillas”.
Así es, nos referimos a Cantinflas, reconocido en todos los países de habla hispana (y muchos de otras lenguas) por su trabajo de comediante en más de medio centenar de películas, en las que destaca la forma enredada de hablar de su personaje.

De origen humilde y familia numerosa, antes de debutar como actor en el cine nacional (1936), Mario Moreno fue cartero, taxista, limpiabotas y boxeador. Su primer éxito fue en 1937 con «Cara o cruz» y nada más en el lapso de un año (de 1940 a 1941) rodó siete películas.

Su peculiar parloteo, plagado de galimatías y vericuetos que no llegan a nada dio pie al verbo cantinflear y al sustantivo cantinflas; ambos registrados por el Diccionario de la Lengua Española.
Cantinflear significa «hablar o actuar de forma disparatada e incongruente, sin decir nada con sustancia».

Por ello en cantinflas se refiere a la «persona que habla o actúa como Cantinflas». Con ese estilo humorístico, el peladito representó distintos oficios que le valieron la admiración del público: policía, barrendero, cura, doctor, bolero, mosquetero, bombero, profesor, entre otros. La noche del 20 de abril de 1993, México y el mundo vieron partir al cómico mexicano que cautivó a la gente con su sentido del humor y sus interpretaciones en el séptimo arte. Mario Moreno “Cantinflas”, perdía la vida, las causas eran reservadas, sin embargo, algunos medios reportaban que había sido a raíz del cáncer pulmonar que padecía.

El 21 de abril, al cómico le esperaba una gran despedida por parte del pueblo mexicano y la comunidad artística, homenajes en el Teatro Jorge Negrete y en el Palacio de Bellas Artes, para que luego se procediera a la incineración de su cuerpo y el depósito de sus cenizas en su cripta familiar del Panteón Español de la Ciudad de México.

Mario Moreno y Charles Chaplin

El periódico español El País, destacaba en su portada del 22 de abril “La muerte de ‘Cantinflas’ paraliza las calles de México”, y realizaba una mención del cortejo fúnebre de cinco kilómetros que se formó para trasladar el féretro del ídolo de México, con dirección al teatro Jorge Negrete: “Miles de personas aplaudieron al gran actor cómico fallecido ayer a los 81 años a consecuencia del cáncer”.

Mario Moreno trabajó en la carpa “Valentina”, de la Ciudad de México, lugar donde conoció al lituano Estanislao Shilinsky Bachanska, quien le ayudó en la construcción del personaje de “Cantinflas”, el cual lo hizo salir de las carpas y el teatro de variedades para cosechar fama a nivel internacional.

Mientras su carrera iba en ascenso, Mario Moreno se desempeñó como torero cómico, labor con la que debutó en la plaza de toros Vista Alegre, en 1936; su gusto por la fiesta brava lo llevó a fundar la ganadería Moreno Reyes, en el rancho La Purísima, el cual fue convertido en centro turístico luego de su fallecimiento.

Fue hasta el filme Ahí está el detalle, de 1940, bajo la dirección de Juan Bustillo Oro, que Moreno pudo terminar de estructurar el personaje “Cantinflas” y crearon más de 30 largometrajes y cinco cortos, por medio de la productora Posa Films. “Cantinflas”, rompió récords de taquilla, en varios países de América Latina, con los largometrajes Ni sangre ni arena y El gendarme, de 1941; además de Los tres mosqueteros, de 1943 y Gran hotel, de 1946.

FUE ELOGIADO POR

CHARLES CHAPLIN

Para entonces, la fama que Mario Moreno cosechó, lo llevó a recibir el título de “El mejor comediante del mundo”, por el cómico británico Charles Chaplin.

Entre 1950 y 1956 Cantinflas, como ya era identificado Mario Moreno, destacó con las cintas El siete machos, El bombero atómico, Si yo fuera diputado, El señor fotógrafo y Abajo el telón, además de El bolero de Raquel, su primera película a color estrenada en 1957, en la que compartió créditos con las actrices Manola Saavedra, Flor Silvestre y el niño Paquito Fernández.

Un año antes, en 1956, Michael Todd lo eligió para el personaje de Passepartout (conocido en Latinoamérica como Picaporte), en la producción La vuelta al mundo en 80 días, la cual significó su debut en la industria cinematográfica de Hollywood.

Lejos de las luces del escenario, Mario Moreno destacó por su labor altruista, que se ha mantenido incluso después de su muerte, por medio de dos fundaciones que desarrollan su tarea solidaria en México como La Casa del Actor, la cual brinda apoyo a actores e intérpretes jubilados y la que actualmente lleva su nombre “Mario Moreno ‘Cantinflas’”.

A él, descanse en paz, lo entendíamos mejor.

A ENAMORADOS DEL AGONIZANTE

FUTBOL Y LA NATURALEZA

Carlos Ravelo Galindo, afirma:

Bendita sinceridad.

Vale platicar el dialogo entre un exfutbolista, desempleado y moribundo por el viru

Albert Einstein

s y su bella esposa.

«Querida mía, antes de morir debo confesarte que te engañé dos veces durante todo nuestro matrimonio. Por favor, perdóname».

«Te perdono mi amor. Pero tengo que confesarte que yo también te he engañado solo 3 veces».

«¿Tres dices?», sintiéndose un poco deprimido porque ella lo engañó más que él.

«¿Quiénes eran?»

«Bueno», dijo dulcemente su esposa.

«Recuerdas lo difícil que fue para que entraras al equipo de fútbol.

Bueno, pues fui al entrenador e hice algo. Esa fue la razón por la que finalmente entraste al equipo».

Su esposo alarmado pero agradecido de que ella hiciera eso por él.

«¿Quién más?»

«Bueno, recuerdas cuando entraste al equipo por primera vez y nadie te pasaba el balón. Fui con los otros 10 jugadores y me acosté con ellos para que te incluyeran en el juego».

«¡¿Hiciste qué?!» Gritó exaltado.

Ella continuó: «Y recuerdas al principio cómo nadie iba a animar los partidos. Bueno pues …»

Todos aplaudieron después.

Y ahora, ya en serio, sobre la naturaleza:

Compartimos hermosas y sabias frases sobre la naturaleza.

Artistas, naturalistas, biólogos, deportistas, líderes religiosos. Vaya todas las personas sabias han alabado la naturaleza y han reconocido nuestra conexión dependiente con ella.

Hoy te traemos algunas de las mejores frases de la historia que expresaron los más ilustres enamorados de la naturaleza y que son un auténtico tesoro a tu disposición.

Los numeramos, por si te interesa archivarlos.

  1. Mantén tu amor hacia la naturaleza, porque es la verdadera forma de entender el arte más y más. (Vincent Van Gogh) 
  2. Nunca la sabiduría dice una cosa y la naturaleza otra. (Juvenal) 
  3. La naturaleza es el arte de Dios. (Dante Alighieri) 
  4. Todas las obras de la naturaleza deben ser tenidas por buenas. (Cicerón) 
  5. Sólo podemos dominar la naturaleza si la obedecemos. (Francis Bacon) 
  6. El que nos encontremos tan a gusto en plena naturaleza proviene de que ésta no tiene opinión sobre nosotros. (Friedrich Nietzsche) 
  7. La naturaleza nunca se apresura. Átomo por átomo, poco a poco logra su trabajo. (Ralph Waldo Emerson) 
  8. Podemos desafiar las leyes humanas, pero no podemos resistir a las naturales. (Julio Verne) 
  9. La naturaleza es la mejor maestra de la verdad. (San Agustín) 
  10. Mira profundamente en la naturaleza y entonces comprenderás todo mejor. (Albert Einstein) 
  11. Adopta el ritmo de la naturaleza; su secreto es la paciencia. (Ralph Waldo Emerson). 
  12. La naturaleza siempre lleva los colores del espíritu. (Ralph Waldo Emerson) 
  13. Estudia la naturaleza, ama la naturaleza, acércate a la naturaleza. Nunca te fallará. (Frank Lloyd Wright) 
  14. La naturaleza no se apresura, sin embargo, todo se lleva a cabo. (Lao Tzu) 
  15. La naturaleza y el silencio van mejor juntas. (Terri Guillemets) 
  16. La belleza del mundo natural está en los detalles. (Natalie Angier) 
  17. En todas las cosas de la naturaleza hay algo de lo maravilloso. (Aristóteles) 
  18. Elige sólo una maestra; la naturaleza. (Rembrandt) 
  19. La naturaleza no es un lujo, sino una necesidad del espíritu humano, tan vital como el agua o el buen pan. (Edward Abbey) 
  20. En la tierra no hay cielo, pero hay partes de él. (Jules Renard) 
  21. El agua es la fuerza motriz de toda la naturaleza. (Leonardo da Vinci) 
  22. La naturaleza sostiene la vida universal de todos los seres. (Dalai Lama)

“LA PESTE” NOVELA DE ALBERT CAMUS

MUEVE A REFLEXIONAR EN ESTOS DÍAS

Carlos Ravelo Galindo, afirma:

Con humilde recordamos dondequiera te encuentres, son tus amigos los que hacen tu mundo
Pero antes, nuestra gratitud a doña Virginia Castillo Palma, que nos hace saber lo que doña Coca publica en editorial 7dias:

Albert Camus

“Hola Carlos, buen día.
Saludos desde el confinamiento aquí en Puebla.
Me imagino que tú también estás en el aislamiento forzoso.
Me encantó esta columna del día de hoy, dónde una dama te escribió exactamente lo que proyectas.
Y ni me digas que te sonrojas, porque es la verdad. Todas tus amigas tenemos la misma percepción de tí.
Te mando un cordial saludo y mis mejores deseos porque te recuperes totalmente.
Un abrazo con cariño con mucho cariño…. Coca”.
Díganme si no es hermosa la amistad sincera.

Y lo decimos también por doña Norma a quien copiamos hoy.
Casi imposible leer ‘La peste’, de Albert Camus, y quedar indiferente. Camus cierra la obra con este corolario:
“Al oír los gritos de alegría que subían de la ciudad, Rieux tenía presente que esta alegría está siempre amenazada.
Pues él sabía que esta muchedumbre dichosa ignoraba lo que se puede leer en los libros, que el bacilo de la peste no muere ni desaparece jamás.
Que puede permanecer durante decenios dormido en los muebles, en la ropa, que espera pacientemente en las alcobas, en las bodegas, en las maletas, en los pañuelos y los papeles.
Que puede llegar un día en que la peste, para desgracia y enseñanza de los hombres, despierte a sus ratas y las mande a morir en una ciudad dichosa”.
Su producción literaria, periodística y filosófica marcó el siglo XX con sus ideas sobre la existencia humana y lo absurdo de la sociedad de su tiempo.
Su obra es el mejor espejo de un tiempo convulso y su análisis no caduca.

Albert Camus (Argelia,1913-Fancia,1960) novelista, dramaturgo y ensayista francés vivió una infancia al límite, que fue el motor de una existencia siempre en la frontera de la desesperación y la esperanza.           De los suburbios más pobres de Argel a la Francia de la resistencia antinazi y el existencialismo.
De la pobreza al Premio Nobel de Literatura en 1957.
Siempre en los extremos, estudió Filosofía y Letras. Rechazado como profesor por padecer tuberculosis, decidió incursionar en el periodismo y ejercer como corresponsal del diario Alter Republicáis; después trabajó como redactor en el París-Soir.
En 1942 publicaron su novela corta ‘El extranjero’ y el ensayo ‘El mito de Sísifo’, obras con las que cobró notoriedad y en las cuales se refleja la influencia que el existencialismo tuvo en él.
Entre su vasta producción literaria y ensayística destacan ‘La caída’, ‘La muerte feliz’, ‘El exilio y el reino’, ‘El impromptu de los filósofos’, ‘El estado de sitio’, ‘Los justos’, ‘Cartas a un amigo alemán’, ‘Bodas’, ‘La crisis del hombre’, ‘Ni víctimas ni verdugos’ y ‘El hombre rebelde’.
Y nada mejor para enterarnos que en La Biblioteca de Arcadia, al escrito excepcional –valga adjetivo- de Norma Vázquez Alanís.
Nos describe el libro “La Peste”. Así:

“Una epidemia de peste bubónica cambia la vida de los habitantes del puerto de Orán, en la costa de Argelia, que permanece sitiado por un largo periodo en el cual sufren el aislamiento, el temor de propagación y la muerte de cientos de coterráneos; la experiencia es narrada por una multiplicidad de voces, reunidas por el doctor Bernard Rieux en una minuciosa crónica sobre ese episodio, que ocurrió en la primavera de algún año de la década del 40.

Este antiquísimo mal -documentado desde la Grecia clásica y el Medioevo, hasta la época contemporánea (2014 en Madagascar)- es tema para la novela ‘La peste’ de Albert Camus (Debolsillo, Random House Grupo Editorial, enero 2014, 255 páginas), cuyo personaje central es la urbe, y su eje espiritual es su destino colectivo a merced de la naturaleza devastadora.
La novela de Camus es compacta, coherente y cada cabo se ata en su debido momento a través de un sinfín de cuestionamientos de esos individuos atrapados en el cerco sanitario impuesto por las autoridades, respecto a su manera de proceder en la cotidianidad de sus vidas, su interactuación con la realidad y su sentido del porvenir.
A Camus le bastan palabras sencillas para producir efectos estremecedores en el lector y es difícil que éste quede indiferente, porque representa un reto constante tener que recrear con lujo de detalles tantos elementos, sucesos y sentimientos que forman parte de una gran metáfora -que el autor no esconde-: la de Francia ocupada y apartada de la civilización por la ‘peste’ del nazismo.
‘La peste’ no tiene giros inesperados en la trama, puesto que se trata de un relato referencial, pero es una historia profundamente humana en un contexto asfixiante que envuelve al lector en la desesperanza de los habitantes de Orán, quienes ante la tragedia muestran una de sus mejores cualidades, la fraternidad.
Los encargados de contar el desarrollo de la epidemia no se desnaturalizan en medio de la miseria que representa estar encerrados por tiempo indefinido en una agotadora y persistente enfermedad, sin futuro, sin anuencia para albergar esperanza, sino que luchan estoicamente por un más acá y no un más allá prometido por la religión.
Camus presenta en el transcurso del argumento una breve, pero importante, discusión entre la fe, representada por el sacerdote Paneloux, y la ciencia, en voz del médico Rieux, que aborda temas como el deber divino y el deber del hombre, lo pragmático del hacer y lo estúpido del orar cuando se enfrenta una epidemia de peste que mengua inexorablemente a la población de Orán y vuelve el futuro incierto.
Paneloux representa una visión del mundo desde lo religioso, para él la peste que afecta a Orán es un castigo divino y sólo el arrepentimiento puede permitir la salvación, en tanto que el doctor Rieux enarbola el saber científico y sostiene que el ser humano suele desarrollar las virtudes máximas ante las desgracias, porque éstas invocan el ‘yo’ y el ‘ahora’ gracias a lo cual la existencia cobra sentido.
En esta novela, Rioux es el personaje más reflexivo y cuestionador frente a la vida.
Representa el aspecto práctico de Camus, mientras que Tarraou, en constante rebelión contra las fuerzas de Tánatos, encarna su conciencia social.
Este último evoca la tranquilidad espiritual de las personas que ya lo han visto todo en la vida, es un moralista de mucha sensibilidad.

craveloygalindo@gmail.com