Gran Angular: La sucesión en Oaxaca


Raúl Rodríguez Cortés

   La política en Oaxaca es tan enredada como su famosísimo quesillo y al final sería incomprensible si no se ve con claridad el errático camino que han tomado durante el último cuarto de siglo los grupos que se disputan el poder y que han hecho del estado un negocio de amigos.

En el fondo del jaloneo sucesorio de estos días está la disputa entre tres ex gobernadores y el actual, todos priistas aunque dos de ellos tomaron senderos de otros colores partidistas para alzarse con el poder.

Todo se remonta a la ruptura con el PRI del más remoto de esos ex gobernadores, Diódoro Carrasco (1992-1998). Él concluyó su mandato aún como priista y, bajo el manto de esos colores fue secretario de Gobernación durante el último año del gobierno de Ernesto Zedillo.

Los favoritos de Diódoro para sucederlo en el gobierno oaxaqueño, eran dos funcionarios de su gabinete: José Antonio Estefan Garfias Gabino Cué. Sin embargo el PRI identificado con Carrasco, el de la “sana distancia” zedillista, perdió la candidatura ante el grupo tricolor que siempre se opuso a los términos de su relación con el ex presidente, de manera que el abanderado y ganador de la elección fue José Murat (1998-2004).

La confrontación de Diódoro Murat provocó que, el primero de ellos, decidiera, en ese contexto, renunciar al PRI y afiliarse al PAN, del que sería diputado federal en la siguiente Legislatura..

Y es precisamente en ese rompimiento de Carrasco con el PRI donde debe ubicarse esa  manera de pretender el poder, en la que ideales y principios quedan de lado, y los partidos políticos se convierten en una especie de  hotel de paso hacia el gobierno del estado.

Murat logró conducir su sucesión y garantizó la continuidad del PRI que en 2000 perdió la Presidencia. Candidatura y gobierno recayeron en  quien fuera presidente del PRI y senador Ulises Ruiz (2004-2010). Pero Ruiz aplicó la máxima presidencialista de “romper (con el antecesor) para estabilizar”, lo que fue una vulgar traición.

Con Ulises Ruiz se potenció la ingobernabilidad que trajo la rebelión social de los años 2006-2007. La suerte estaba echada y las condiciones dadas para que el PRI perdiera la gubernatura.

Y la perdió. Ruiz impulsó la candidatura priista a  Eviel Pérez Magaña¸ quien se enfrentó en  las elecciones a Gabino Cue, del grupo de Diódoro, y al que los grupos priistas ya le habían cerrado las puertas.

Fue así que, desde el PAN,  Diódoro impulsó a Cué, y este, amparado en la alianza electoral que acordaron el blanquiazul y el PRD, aprovechó el arrastre de López Obrador y ganó las elecciones. Para gobernar del 2010 al 2016.

GRAN ANGULAR ALEJANDRO MURAT

Este revoltijo de grupos que va más allá de filiaciones partidistas, es el que prevalece de cara a la sucesión de Cué. Éste respalda la candidatura de Estefán Garfias (ex priista recién afiliado al PRD pero muy cercano a Diódoro desde los tiempos de su gobierno), aunque juega con otras posibilidades: la de su hasta el jueves pasado secretario de gobierno de Gabino, Gómez Sandoval; y le da la vuelta a posibles imposiciones del Comité Ejecutivo Nacional perredista, como la del senador Benjamín Robles Montoya, quien en la lógica del hotel de paso que le contaba, se reunió la semana pasada con el líder del PAN en el estado, Juan Mendoza Reyes.

Diódoro, por su parte, hace su propio juego y apoya, para contender con los colores del PAN, a su amigo y presidente del Consejo Coordinador Empresarial, Gerardo Gutiérrez Candiani.

Ulises Ruiz también trae su baraja: respaldar, otra vez, la candidatura de Eviel Pérez Magaña o bien, la de Héctor Pablo Ramírez Puga.

Murat, por supuesto, apoya a su hijo Alejandro, quien renunció a la dirección general del INFONAVIT para cumplir con los tiempos marcados por la legislación electoral oaxaqueña para poder aspirar a la gubernatura.

Alejandro Murat, por cierto, recibió un reconocimiento de la Asamblea General de Infonavit (trabajadores, empresarios y gobierno) por el papel desempeñado al frente del Instituto durante los últimos tres años.

   Este 6 de diciembre ha vencido el plazo que marca la ley para no estar desempeñando un cargo público si se va a buscar la candidatura al gobierno. Alejandro Murat lo acató al presentar su renuncia el pasado 30 de noviembre. También lo hizo Eviel Pérez Magaña al solicitar licencia, el jueves pasado, al Senado de la República. Y el viernes renunció el ahora ex secretario de gobierno, Gómez Sandoval,

Hasta el momento de escribir esta columna no se sabía de otras renuncias o licencias de posibles aspirantes. Es el caso de Ramírez Puga, director de Liconsa, el diputado federal Estefan Garfias y el senador Benjamín Robles Montoya.

GRAN ANGULAR ALFONSO GOMEZ

AHORA O LA CATÁSTROFE

Ha iniciado en París la Cumbre de las Naciones Unidas COP 21 sobre Cambio Climático, encuentro entre jefes de Estado y de Gobierno que quizá sea la última oportunidad de alcanzar un acuerdo para detener el calentamiento de la tierra y sus devastadoras consecuencias, que la comunidad científica ha previsto, de seguir como vamos, no más allá de cincuenta años.

La atmósfera está compuesta por gases (nitrógeno, oxígeno, argón y dióxido de carbono) que retienen radiación térmica que la superficie de la tierra emite luego de recibirla del sol. Eso es lo que se llama efecto invernadero: una especie de regulador natural de la temperatura del planeta, sin el que estaríamos a 18 grados bajo cero, lo que haría inviable la vida.

¿A qué se debe entonces el sobrecalentamiento de la tierra? Pues resulta que durante muchos años ha crecido desmesuradamente la presencia en la atmósfera del dióxido de carbono (CO2) ocasionado por el consumo de energías fósiles, es decir, petróleo, gas natural y carbón. A mayor presencia de CO2 en la atmósfera, mayor retención de la radiación de la superficie terrestre y, por lo tanto, sobrecalentamiento. Este es el efecto invernadero antropogénico, es decir, el provocado por el hombre.

GRAN ANGULAR   HECTOR PABLO

Los científicos establecen en 15 grados la temperatura promedio de la tierra, con variaciones naturales a la alza o a la baja. El problema es cuando la variación es sostenida. Eso es lo que ahora ocurre por la excesiva generación de gases de efecto invernadero.

La temperatura media de la tierra se ha calentado 0.8% de 1880 a la fecha. En los últimos 50 años de ese lapso, el aumento ha sido sostenido. Este dato lo ejemplifica: 2014 fue el trigésimo octavo año con temperaturas arriba de la media. De seguir así, estiman los científicos, la temperatura de la tierra habrá aumentado dos grados en dos décadas. Y tal aumento sería la catástrofe: huracanes devastadores, deshielo de casquetes polares, sequías extremas, heladas inmisericordes, ruptura, pues, del equilibrio del planeta.

GRAN ANGULAR  BENJAMIN ROBLES

¿Cómo evitarlo? La lógica, lo inmediato, nos dice que reduciendo la emisión de gases de efecto invernadero. Y ¿cómo conseguirlo? Reduciendo el consumo de petróleo, gas natural y carbón, para sustituirlos por energías renovables y/o limpias.

Para conseguir ese objetivo la ONU trabaja en el tema con pocos avances reales. En 1992, durante lo que se conoció como la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro, se adoptó un acuerdo de reducción en la emisión de gases. Naciones Unidas lo desarrolló en 1997 durante la Cumbre celebrada en Kioto, Japón. De ahí que se le conozca como Protocolo de Kioto. Ciento ochenta y siete países se comprometieron a reducir 5% la emisión de gases de efecto invernadero en un primer período (de 2008 a 2012), tomando como referencia los niveles de 1990.

A ratificar el acuerdo se comprometieron los países que generan 55% de esas emisiones (China con 23.2% del total, EUA con 12.64%, India con 6.3%, Rusia con 4.9%, Indonesia con 4.3%, Brasil con 3.96% y Japón 2.6%. Ni China ni Estados Unidos, sin embargo,  ratificaron el Protocolo de Kioto. Aún así, la ONU abrió un segundo período de aplicación (de 2013 a 2020), pero nuevamente con un muy débil compromiso de las naciones más industrializadas, las más contaminantes.

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¿Qué se espera de la Cumbre de París?  Pues un acuerdo más concreto y obligatorio. México, sede de la Cumbre de 2010, ha tenido en esto una posición de avanzada y ha empujado, entre muchas otras, la propuesta de fijar un precio al carbono, con el objetivo de encarecer su consumo para incentivar el desarrollo de energías renovables y limpias. Eso es lo que se conoce como transición energética, un tema en el que el gobierno mexicano pretendía llevar a París una ley aprobada sobre la materia.

Fue aprobada, sí, por la Cámara de Diputados, pero lleva más de un año atorada en el Senado por los poderosos intereses de los carboneros y la industria siderúrgica. Una ventaja en la Cumbre de París, es que las grandes empresas trasnacionales han adoptado el compromiso de dar un paso con el tema del carbón.

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Tales son los esfuerzos y los instrumentos que hay para detener la emisión de gases de efecto invernadero y con ello frenar y revertir el sobrecalentamiento global. Pero sólo serán paliativos. La solución de fondo está en el cambio del modelo global de desarrollo. Y es ahora o la catástrofe. (rrodriguezangular@hotmail.com , @RaulRodriguezC ,raulrodriguezcortes.com.mx )