El holocausto en los campos de exterminio y concentración y el silencio de El Vaticano


Michael Von Faulhaber

Vilma Ivette Rivera Abarca*

Ludwig Müller

El Siglo XX estuvo marcado por la Primera y Segunda Guerra Mundial, se trató de dos enfrentamientos a gran escala en el que los actores dejan de enfrentarse, únicamente, en el campo de batalla e involucran a la población civil, por ello se  convirtieron en dos piezas más del “juego” estableciendo el esquema enemigo-objetivo.

La violencia ejercida durante estas dos conflagraciones, especialmente la II Guerra Mundial, en donde se perfeccionaron las estrategias de combate y, sobre todo, la precisión con la que se llevaban a cabo las masacres contra la población civil, fueron ejecutadas por el estado nazi, estado-nación compleja y siniestra, cuya característica fueron los campos de concentración y exterminio; en estos lugares se encontraban los espacios y el tiempo de la violencia que inicia con la deshumanización de las deportaciones y culmina, para muchos, con la muerte de millones de personas en las cámaras de gas.

Este nivel de violencia sin precedentes, es un paradigma, “tanto por el número de víctimas como la crueldad empleada para su aniquilamiento”.

SILENCIO DE LAS IGLESIAS CATÓLICA

Y PROTESTANTE ANTE EL HOLOCAUSTO

Papa Pío XII

Las iglesias protestante y católica, en época, nunca alzaron la voz para defender, abiertamente, a las víctimas inocentes. La mayoría de los cristianos alemanes se dejaron llevar por el anti-semitismo prevaleciente, muchos adoptaron la cómoda postura de mirar hacia otro lado, por miedo o por pura indiferencia a pesar de que, en 1930, el cardenal de Munich, Michael Von Faulhaber, había calificado a la ideología nacionalsocialista de “herejía, incompatible con la visión cristiana del mundo”.

Von Faulhaber, estaba preocupado por la sospecha de que se gestaba un movimiento en la organización de inteligencia de las SS, destinado a fundar una religión germánica, inspirada en lo que había escrito el historiador romano Tácito en su obra “Germania”, una “pequeña, pero muy valiosa, fuente histórica”, según palabras del arzobispo de Munich. Para Von Faulhaber, “entre los germanos de la era precristiana resultaba imposible hablar de una civilización propiamente dicha”, y concluía afirmando que la nación alemana debía su civilización al cristianismo.

Los sermones u homilías del clérigo fueron atacadas en muchos periódicos nazis donde fueron calificados de “delito político”.

Viktor Klemperer

Algunos miembros más exaltados de las Juventudes Hitlerianas acabaron quemando los sermones de Von Faulhaber, tal como ya había ocurrido en el mes de mayo de 1933 en la pira levantada en la Bebelplatz de Berlín.

La “Germania” de Tácito era, para muchos nazis, una especie de Biblia donde se hablaba del antiguo pueblo germano, un pueblo que destacaba por su pureza racial y su valentía capaz de desafiar a la misma muerte.

El 22 de julio de 1933 Hitler, en uno de sus discursos, anunció su plan de crear una Iglesia unida al Tercer Reich. Dicha Iglesia se fundó en un sínodo celebrado el 27 de septiembre de ese mismo año y el obispo Ludwig Müller se convirtió en el primer obispo nazi.

Mujeres y niños entre los millones de víctimas

Un periódico protestante, de ideología liberal y crítico con el nazismo, ridiculizó este singular “acontecimiento” describiendo el oficio religioso de la siguiente manera: “El himno de apertura ha concluido. El pastor se pone de pie ante el altar y toma la palabra:

Se solicita a los no arios que abandonen el templo.
Nadie se mueve.
Se solicita a los no arios que abandonen el templo inmediatamente.

De nuevo  todos los presentes  permanecieron inmóviles.
Se solicita a los no arios que abandonen inmediatamente  el templo. En ese momento Cristo desciende del altar y deja la iglesia”.a Mayor Ferránd

Por ello, el director del periódico fue detenido y enviado a un campo de concentración.

Viktor Klemperer, en su Diario, constata que la Navidad del año 1938 estaba totalmente despojada de elementos cristianos:

La Navidad de la Gran Alemania nazi, que para el alma germana significa el renacer de la luz, el resurgir del Imperio alemán. El judío Jesús y todo lo religioso y todo lo humano en general, suprimidos, sin  duda, era una consigna para todos los periódicos.

El anti-judaísmo tradicional estaba tan firmemente arraigado en la mayoría de los creyentes cristianos, que éstos seguían mostrando un anti-semitismo más o menos “moderado”, que toleraba, sin protestar, los excesos nazis sin ningún tipo de cuestionamiento.

Karl Barth

Como ejemplo de lo mencionado, podemos citar que, en octubre de 1938, en “La Civilitá Católica”, un diario editado por los jesuitas y controlado por el Vaticano, se publicó un artículo en el que se decía que “el judaísmo es siniestro y que los judíos intentan tomar el control del mundo mediante el dinero y la secularización”.

Solamente unos pocos pastores protestantes se atrevieron a mostrarse públicamente como antinazis y fundar una Iglesia disidente de la oficial: la Iglesia Confesante, donde destacaron los pastores Wilhelm Vischer, Martin Niemöller, Heinrich Grüber, Dietrich Bonhoeffer y el suizo Karl Barth. Todos ellos denunciaron el genocidio y algunos se comprometieron tratando de salvar la vida a muchos judíos. Algunos de estos hombres compasivos, acabaron sufriendo ellos mismos la muerte, como le ocurrió al pastor Dietrich Bonhoeffer, en 1945, año en que fue condenado a muerte y ahorcado en el campo de concentración de Flossenbürg… y la tortura, como le sucedió al pastor Heinrich Grüver, que fue enviado al campo de concentración de Sachsenhausen y, luego, al de Dachau.

Sin embargo el pastor Heinrich Grüver, tuvo suerte, pudo sobrevivir, pero se enfrentó a la tortura despiadada por el regimen Nazi.

EL PAPA PÍO XI, CRÍTICO DEL NAZISMO

A principios del verano de 1938, el Papa Pío XI, muy crítico al régimen nazi, pidió al jesuita norteamericano John LaFarge, conocido por sus actividades antirracistas, que preparase una encíclica para condenar el racismo y el antisemitismo en Alemania.

Para ello tuvo la ayuda de otros dos sacerdotes jesuitas, el alemán Gustav Gundlach y el francés Gustave Desbuquois. Juntos elaboraron el borrador de “Humani Generis Unitas” (La unidad del género humano). Mientras tanto Pío XI, en un encuentro con peregrinos belgas, dijo:

“Para los cristianos es imposible participar en el anti-semitismo. Reconocemos que todo el mundo tiene derecho a defenderse y que debe adoptar los medios necesarios para proteger sus derechos legítimos. Pero el anti-semitismo es inadmisible. Espiritualmente, todos somos semitas”.

Prisioneros en un campo de concentración

Se considera que el mensaje de la Encíclica que se estaba elaborando sería muy parecido a estas palabras. Pío XI veía a Hitler no sólo como un “bribón”, sino, sobre todo, como “una persona malvada”.

En la Enclíclica se condenaría el racismo y el antisemitismo, pero, desgraciadamente, el papa Pío XI murió el 9 de febrero de 1939.

PÍO XII, EL PAPA DEL NAZISMO

Su sucesor, Pío XII, tomó la incomprensible decisión de archivar la encíclica “Humani Generis Unitas”. El día 3 de marzo de 1939, el jefe del departamento de asuntos vaticanos del Ministerio de Asuntos Exteriores del Reich, consejero Du Moulin, preparó un informe sobre el nuevo papa, Pío XII, que había sido elegido, como tal, el día anterior. En dicho documento se dice estableció:

“Pacelli es considerado como muy amigo de Alemania (sehr deutschfreundlich). Contaba con el dominio y excelente  alemán. Sin embargo, la defensa de una política ortodoxa de la Iglesia lo ha llevado en diversas ocasiones a una oposición de principio con respecto al nacional socialismo.

Desde entonces el Vaticano calló ante tanta atrocidad perpetrada por el nazismo y regímenes similares, a pesar de ser conocedor de noticias tan horrendas como la liquidación del gueto de Varsovia y las matanzas de los judíos en Ucrania y en todo el Este de Europa.

Muchos diplomáticos en el Viejo Continente, como el embajador estadounidense ante la Santa Sede, Myron C. Taylor, el embajador británico en el Vaticano, Francis d ́Arcy Osborne, guardaron silencio ante lo que ocurrió.

A su vez, el líder espiritual católico de Ucrania, el metropolitano Andrei Sheptyskyi, escribió al Vaticano acerca de la deportación de los judíos:

Un grupo de prisioneras en un campo de concentración, mayo de 1944

“Ahora todos están de acuerdo en que el régimen alemán es quizá más malvado y diabólico que el bolchevique. Durante más de un año no ha pasado un solo día sin que se hayan cometido los crímenes más horrendos. Los judíos son las víctimas principales. En su momento, empezaron a matar judíos abiertamente por las calles, a plena vista del público. El número de judíos muertos en nuestra región ha sobrepasado sin duda los 200 mil.”

(Continuará)

*Licenciada en Comunicación Humana y Consultora en Semilogía de la Vida Cotidiana.