El diluvio: El modelo económico y otras cosas de hoy


Rafael Cardona

Hace unos días,  por la mañana había una reunión a la cual estaba invitado el señor Miguel Ángel Mancera, que trae un pleito de sonrisas y quejas y reclamaciones con el secretario de Hacienda, por el presupuesto de la capital del país. El señor Mancera llegó a la reunión a disculparse de que no podía estar ahí, permanecer mucho tiempo, porque tenía que ir a ver esta negociación del bloque de esta izquierda agrupada en el PRD.

Y entonces apareció el tema que a todo el mundo le preocupa, menos a quienes hacen, desde el gobierno de José López Portillo hasta la fecha, los únicos que no se preocupan por el crecimiento de la deuda son aquellos que hacen el presupuesto.

No me lo decía Mancera, pero me lo decía otro especialista, que el único rubro que no admite mermas en ningún presupuesto es el que está relacionado con el pago de la deuda y su implacable servicio, y servicio aquí, cuando hablamos de deuda con los organismos internacionales, servicio quiere decir el pago de los intereses. Ya ha habido actuarios que dicen que las deudas de este volumen son impagables, por la acumulación, por el anatocismo, por todas estas cosas que después le endilgan a los particulares.

Pero lo que discutieron hoy los perredistas con el señor secretario Meade no fue el presupuesto, no estaban discutiendo el presupuesto, estaban discutiendo la orientación de la economía, o lo que en algún momento se llamó el modelo económico. Y nosotros desde López Portillo para acá, que fue necesario rescatar al país de una crisis y después de otra, y después de otra, hasta la enorme de los errores de diciembre y todo lo que ya sabemos, es que la economía no se maneja, como alguna vez dijo Luis Echeverría cuando corrió a Hugo Margáin de la Secretaría, la economía no se maneja desde Los Pinos, se maneja desde el Fondo Monetario Internacional, y a eso le llaman estabilidad macroeconómica.

Entonces la gente dice como no vivimos en el macromundo, sino en el mundo de la realidad, en este mundo pequeño y reducido de los hombres y de las mujeres, con una lucha por su salario y por el poder adquisitivo de su escuálida moneda, entonces habría que buscar una nueva forma, primero para no recurrir al endeudamiento, y aumentar el déficit por consecuencia y la otra, para no pagar tanto, y eso es lo que se está discutiendo con estos grupos de izquierda, para los cuales todo es muy fácil.

¿Por qué es fácil?, porque no tienen que tomar ellos la decisión, ni son ellos quienes hicieron los compromisos históricos de la economía mexicana, cuya estabilidad se debe a que de otra manera estaríamos peor que Venezuela. Lo cual tampoco les hace ningún agrado a las personas que viven en este país por debajo de la línea de la pobreza, que son muchos millones de mexicanos.

La pobreza en general unos dicen que llega al 60 por ciento, otros que llega al 50, pero aun si la dejáramos en el 50, estaríamos viendo que estas discusiones en las cúpulas, donde se reparte el dinero que hay, difícilmente benefician a los ciudadanos en el aspecto cotidiano de su gasto y de su ingreso.

Los opositores a este presupuesto ya en la aplicación, dicen «es que hay que disminuir el gasto corriente», pero ahí hay una trampa, una trampa que puso no sé quién, porque gasto corriente no son solamente los gastos de administración del Gobierno y sus salarios, gasto corriente es también -y ahí, a ese rubro lo mete el presupuesto- el pago de las pensiones, que como sabemos es otro agujero sin fondo del tamaño casi de la progresión del endeudamiento nacional.

Entonces yo creo que uno de los aciertos periodísticos más notables que yo he visto en lo que va de este año por lo menos, fue la portada de la revista «Proceso» de hace unas cuantas semanas, cuando por razones que todos conocemos el señor Videgaray le entregó un presupuesto ya terminado al señor Meade, faltando dos días para que lo llevara el Ejecutivo a la Cámara de los Diputados, y la portada de «Proceso» era cuando ellos dos se saludan en la recepción del despacho y el señor Videgaray le dice al señor Meade: «ahí te dejo la bomba».

¿Cómo puede hacer el Gobierno para que esa bomba no estalle? Por lo pronto, está empezando negociaciones directas con las corrientes políticas. ¿Puede negociar con el PRD?, ya vimos que sí puede. ¿Podrá negociar con el PAN y con sus diputados? Sí, también podrá. Donde no va a poder negociar es con otras fuerzas políticas más radicales, cuyo éxito depende del fracaso de quienes hoy están aplicando este modelo.

Y como me dijo hace unos días un secretario de Estado con el que hablaba de los asuntos políticos, ¿me estás hablando del frijol con gorgojo?, y yo le dije pues sí, el frijol con gorgojo contra una política económica dictada desde Washington. Ese es el gran debate nacional por encima de la coyuntura del presupuesto.

 

ORGULLO DE TENER HISTORIA

Para cualquier ciudad del mundo, para cualquier país,  es un orgullo tener una historia ahí, no escrita por las plumas del oficialismo, sino escrita por la sociedad, porque, finalmente un periódico es una voz social.

Un periódico acompaña el crecimiento de un país; un periódico atestigua la historia; un periódico critica los excesos y llora con los terremoto; un periódico a veces naufraga en una inundación, un periódico padece la vida y la relata, te la entrega todos los días envuelta como decía Goncourt, en un humilde cucurucho de papel, ahí te da la vida. La vida que los ciudadanos hemos construido.

«El Universal» es tan importante para la historia de este país que es anterior a la Constitución y no solamente es anterior a la constitución que nos rige y cumplirá 100 años el próximo año, sino que el «El Universal» imprimió la Constitución. Y junto con la impresión física de la constitución fue imprimiendo, día con día el paso implacable de la vida, ése es el enorme mérito de un periódico.

Decía Pepe Alvarado que todos los periódicos del mundo, los grandes, los pequeños, los históricos, los ocasionales, tienen una constante, y un elemento de igualdad y es que en sus páginas encuentras todo el mundo y todas las ilusiones de la vida y las desilusiones también.

 

ENTONCES ¿QUÉ ES EL UNIVERSAL?

El «El Universal» es una hazaña contemporánea, porque yo no me voy a los últimos 100 años, yo te hablo de los últimos 40, que son los que me tocó ver en el «El Universal», escribir en el «El Universal». Yo escribí en el «El Universal» mucho tiempo, de la cosa que a mí más me importaba, escribir en ese tiempo: Las corridas de toros.

Yo escribí la crónica taurina» y una columna taurina y deportiva en el «El Universal» hace ya algunos años. Pero hubo un tiempo en que «El Universal» no era lo que es hoy. Hoy «El Universal» es un fenómeno impresionante de acondicionamiento con el tiempo actual.

No solamente tiene la edición impresa, que es de una enorme importancia, que junto con «El Gráfico», tiene el más grande tiraje de toda la Ciudad de México y posiblemente de muchos de los diarios del país.

Sino que es un periódico lleno de calidad, tanto en lo escrito como en lo virtual. Nadie tiene una página de virtualidad informativa como el «El Universal», el mayor número de visitas que hay en México.

Para concluir a mí me gustaría hacer una reflexión; El Universal no fue siempre fue lo que es hoy. Hace 40 años, los que trabajábamos en otros periódicos nos burlábamos de «El Universal», porque tenía una redacción envejecida, porque tenía grupos sindicales que impedían la renovación del pensamiento y del trabajo de los reporteros.

Y el único mérito que en ese momento tuvo Juan Francisco Ealy, fue renacer, crear a partir de lo que tenía, ir dividiendo las responsabilidades, ir pensando con una enorme audacia empresarial y con una enorme libertad política.

Entonces, los sindicatos dejaron de mandar, tenía siete sindicatos de todo y para todo, que todo lo entorpecían. Entonces, hizo una gran labor en lo técnico, en lo editorial y en la organización interna, hizo todo lo que tuvo que hacer para crear una organización moderna y entendió que la única manera de tener un periódico independiente, es tener un periódico concurrente, donde las ideas de todos se puedan expresar porque todos hacen el periódico.

Es el gran mérito en la resurrección de este periódico, que ojala, yo ya no lo veré, ni muchos de los que estamos aquí tampoco lo veremos, nadie lo verá, creo que Juan Francisco tampoco lo va a ver, pero ojala que alguien siga tan entusiastamente felicitando a «El Universal» dentro de 100 años más, que los cumpla y que los cumpla bien.