El diluvio: El cambio de rumbo y señales


Rafael Cardona

Muchos han señalado en el discurso del presidente Enrique Peña en Nueva York y en su intervención posterior en la ciudad de México en un acto efectuado en la Secretaría de Salud, un cambio sustancial en la estrategia de la lucha contra el crimen organizado cuyos primeros pasos consisten, primero en reconocer el fracaso de la guerra y en emprender, después, una nueva estrategia en la cual se avizora la legalización de las drogas. Si no todas, al menos la mariguana.

Es cosa de tiempo. Poco tiempo. Los primeros pasos ya se dieron.

Inicialmente el presidente de la República, Enrique Peña Nieto había decidido no acudir a la Sesión Especial de la Asamblea  de las Naciones Unidas Sobre las Drogas, pero hayan sido por las presiones internas o las externas (también las hubo), decidió participar y lo hizo con un notable éxito.

No sólo por su condición de país convocante sino por haber aplicado una técnica infalible para triunfar ante cualquier auditorio: decirle todo cuanto ese público quiera escuchar.

Fue un discurso, dirían los clásicos, a la altura de nuestros tiempos. ¿Cuáles? Los tiempos impuestos por la avalancha permisiva. Si en los Estados Unidos no se hubiera legalizado la producción y distribución; además del consumo de cannabis, ni veinte Naciones Unidas estarían estimulando este debate cuya finalidad es la despenalización. De otra manera, si se quisiera dejar todo como está, no habría convocatoria, ni discusión, ni cambio.

Quienes descreímos desde un principio de la inutilidad de debatir internamente, al menos en México, algo ya “legislado” de hecho por la Suprema Corte, no estábamos demasiado lejos de la verdad. Si la justifica reconoce como un derecho Humano la libertad de meterse en el cuerpo cualquier sustancia, prohibida o no hasta ahora, y hacerlo con  fines lúdicos y recreativos, ya no tiene sentido ni siquiera discutir. Es cosa juzgada.

Pero lo importante, en otro sentido, es la definición sobre cómo se perdió la guerra. Hace unos meses lo insinuó el secretario de Gobernación. Miguel Ángel Osorio,  cuando habló del equivocado enfoque del calderonismo sobre la guerra en la cual este gobierno se vio obligado a persistir no por convicción sino por circunstancia. Hoy Peña lo explica de manera dramática en Nueva York:

“El esquema basado esencialmente en el prohibicionismo, la llamada guerra contra las drogas, que se inició en los años 70  –dice EPN–, no han logrado inhibir la producción, el tráfico,  ni el consumo de drogas en el mundo.

“El narcotráfico sigue siendo una de las actividades más lucrativas del crimen organizado y un factor decisivo para su expansión transnacional.

“Inevitablemente, el negocio ilegal de estupefacientes ha generado muerte y violencia, principalmente en los países productores y de tránsito.

“Durante décadas, México ha sido una de las naciones más comprometidas contra el problema de las drogas.

“Mi país forma parte de las naciones que han pagado un alto precio, un precio excesivo, en términos de tranquilidad, sufrimiento y vidas humanas; vidas de niños, jóvenes, mujeres y adultos.

“Como pocos, conocemos las limitaciones y las dolorosas implicaciones del paradigma eminentemente prohibicionista.

“Por eso, durante mi Administración se ha buscado atender el fenómeno de las drogas de una forma más integral, con una estrategia que evita generar mayor violencia y en la que prácticamente participan todas las Secretarías del Gobierno de México.

“Para reducir la oferta de drogas, se ha hecho frente al crimen organizado, con una mejor coordinación entre autoridades, el uso de sistemas de inteligencia y la desarticulación de sus estructuras operativas y financieras.

“Con ello, hemos logrado la detención de los principales líderes criminales y se ha acotado la violencia a regiones específicas del país, con una consecuente reducción en las tasas de incidencia delictiva.

“Además, a través del uso de tecnología e información, estamos localizando, identificando y destruyendo sembradíos y laboratorios de droga.

“A su vez, para reducir la demanda nacional, hemos reforzado las acciones de prevención entre niños y jóvenes, así como el tratamiento de adicciones.

“Este esquema se ha complementado con la prevención social de la violencia y la delincuencia en comunidades vulnerables.

“Sin embargo, a pesar de los esfuerzos realizados y los resultados alcanzados, no estamos totalmente libres de la amenaza criminal, mientras siga existiendo una creciente demanda internacional de estupefacientes”.

cardona   “Las puertas de la percepción”

INUTILIDAD DE GUERRA

En esas pocas palabras se encuadra una circunstancia nacional gravísima.

Por esa guerra equivocada se llegó a una generalizada situación de violencia; por esa guerra se acentuaron las violaciones de los Derechos Humanos, por esa guerra se derramó sangre inútilmente, por una guerra cuyo resultado final, hasta ahora, es este, en breve:

“…no han logrado inhibir la producción, el tráfico,  ni el consumo de drogas en el mundo”.

Entonces, ¿para qué?

Ahora es el tiempo de las otras preguntas: ¿De veras la liberalización del consumo nos va a permitir una vida sin  violencia proveniente de los clandestinos narcotraficantes?

Si la tolerancia sustituye a la prohibición, llegaremos, con todas sus consecuencias a un país “enmariguanado” de personas estupefactas por los efectos de los estupefacientes.

Porque a estas alturas los fines medicinales del cannabis (dos o tres sustancias ya comercializadas desde ahora) no son un  argumento creíble para nadie.

Una de las más  socorridas leyendas en torno del consumo de drogas, o mejor dicho, de la justificación del consumo, ha sido su sociedad indeclinable con la creatividad.

Muchos han puesto como punto de partida para los fenómenos contemporáneos de adicción socialmente reconocida  la obra de Aldoux Huxley sobre “Las puertas de la percepción” (incluso así fue llamado el grupo “The doors” en el cual cantaba Jim Morrison, muerto por sobredosis a los 27 años de edad) o los experimentos científicos de Leary en torno al ácido liso como Porfirio Bart un mjariguano.»as para terminar diciendo como Porfirio Bartba Jacob: «e allérgico o la falsamente mística explicación sobre los “enteógenos”  de Gordon Wasson en la sierra mazateca de Oaxaca.

Como sea la discusión, el estudio, el análisis y la legislación (ya sea para sacralizarlos o condenarlos) de las drogas en el mundo, son añejas y lo seguirán siendo por años y más años.

Pero la asociación entre creatividad y adicción resulta particularmente esquiva. No todos los ludópatas escriben como Dostoyevsky; ni crean literatura como Poe los borrachos de la cantina de allá enfrente,  ni todos los mariguanos hacen cosas maravillosas, como en su momento hubo quienes sí las hicieron.

Vale ahora observar cómo alguien puede, así tenga el talento de Ramón del Valle-Inclán, distorsionar su juicio en torno de los efectos sociales de la “mota”. Veamos:

—A mí México –decía el autor de Tirano Banderas–, me parece un pueblo destinado a hacer cosas que maravillen. Tiene una capacidad que las gentes no saben admirar en toda su grandeza: la revolucionaria.

“Por ella avanzará y evolucionará. Por ella… y por el cáñamo índico, que le hace vivir en una exaltación religiosa extraordinaria.

—¿Por el cáñamo índico?

—Por la hierba marihuana o cáñamo índico, que es lo que fuman los mexicanos. Así se explica ese desprecio a la muerte que les da un sobrehumano valor”.

En cuando a este asunto vale reproducir algunos párrafos del ensayo, de Marta Herrero Gil en torno de Ramón del Valle Inclán. Y los “pretextos de la cultura”.

“Valle-Inclán –dice– era más un asceta que un adicto. Soñaba con convertirse en faquir. Buscaba el dolor para palpar lo real, apenas ingería alimentos sólidos, era capaz de beber café ardiendo, rechazaba la anestesia en las operaciones quirúrgicas. Y fumaba hachís. No por evasión, sino por búsqueda. No por, como dijera Baudelaire, querer alcanzar sin esfuerzo las bellas experiencias de los místicos, sino porque el hachís se le había puesto delante, sin más. No por moral ni contramoral.

“Él era un excéntrico en camino hacia el centro. De sí. Del ser. Y el cannabis, que probó inicialmente por consejo médico, se volvió eventual escudero.

“Las obras de Valle aparecen salpicadas por la sustancia. Especialmente interesantes son, en relación al hachís, la conferencia Los excitantes en la literatura. Peligros y ventajas, que pronunció en Buenos Aires en 1910, La lámpara maravillosa. Ejercicios espirituales, y La pipa de kif.

“El gallego se ponía a fumar y la eternidad se le presentaba delante. No es que el pasado y el futuro se plegaran en el presente, sino que entraba en contacto con su infancia y, más allá, con «una memoria lejana anterior de las cosas y las personas», dijo en Buenos Aires.

“Era capaz entonces de verse a sí mismo integrado en la unidad y centro perfecto en el que convergían (bella intuición humanista) «las nociones acabadas y perfectas de todas las cosas que le rodeaban; el supremo bien, la suprema felicidad claramente distinguida, estaban en su espíritu hecho preclaro…».

«…Era otra vida la que me decía su anuncio en aquel dulce desmayo del corazón y aquel terror de la carne», escribió en La lámpara maravillosa. Otra vida…

“Yo, torpe y vano de mí, quise ser centro y tener de la guerra una visión astral, fuera de geometría y cronología, como si el alma, desencarnada ya, mirase a la tierra desde su estrella.

“He fracasado en el empeño, mi droga índica en esta ocasión me negó su efluvio maravilloso. Estas páginas que ahora salen a la luz no son más que el balbuceo del ideal soñado”.

Como sea, en el mariguanísimo mundo por venir, no todos podrán hallar explicaciones tan elaboradas para terminar diciendo como Porfirio Barba Jacob: “soy un perdido, soy un mariguano.”

Por lo pronto… ¡pressssssta!