El Diluvio: Cosas del Diablo


Rafael Cardona

En una colaboración anterior hablábamos mucho sobre la violencia y qué tan profundas son las raíces de esta actitud sangrienta por la que vive México hace ya mucho tiempo.

Todos los especialistas en algo han encontrado, de acuerdo con su conocimiento, con su experiencia, han encontrado explicaciones para la violencia.

Si se le pregunta a un jurista, te dirá que la violencia no es otra cosa más que un comportamiento alejado de lo que indica el código penal. En el código penal están las conductas de las lesiones, de los intentos de homicidio, los homicidios, los feminicidios.

Entonces, la violencia es, para un jurista, la trasgresión de la ley. Si todos cumplimos con la ley, se acaba la violencia y vivimos en un Estado de derecho.

Para otros, el problema es de orden psicológico o psiquiátrico.

Las personas violentas están enfermas y canalizan sus frustraciones y sus deseos no satisfechos a través de la agresividad porque tienen, frenológicamente algún problema y, algunos excesivos dirán: «hágale la lobotomía y verá como se le quita lo violento»; otros dirán: «no, aplíquele la vigilancia policíaca, póngale esposas y no podrá cometer actos violentos, y si los comete, castíguelo».

Los penalistas dirán: «el castigo es el escarmiento ejemplar y es el inhibidor por excelencia de la conducta».

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ARGUMENTOS DIFERENTES

Y cada quien nos da una explicación. Algunos dicen que es por la pobreza, otros dicen que es por el abandono, otros dicen que es porque el diablo vive con nosotros. Así como se escucha. 

El maligno.

En la máquina del tiempo actual hemos visto algo novedoso, porque no se había visto en muchos años un espectáculo de esta naturaleza. No se hizo espectáculo –es verdad–, porque se hizo a puerta cerrada, precisamente para evitar una curiosidad irreverente o irrespetuosa, pero en pleno siglo XXI, un grupo muy nutrido de hombres de iglesia, algunos de ellos, príncipes de la iglesia, con voto alguna vez en el conclave para elegir un papa sucesor de Pedro a través de la intervención del Espíritu Santo.

Bueno, pues ese grupo de personas dijeron: hay que exorcizar al país, cosa que yo creo que es muy complicada porque si ya exorcizar a una persona que está poseída, que se comporta fuera de sus cabales, fuera de su propia naturaleza como persona, como ser humano, porque trae dentro del cuerpo y el alma al diablo, al mismísimo Satanás, a Belcebú, a Lucifer.

Imaginemos,  ¿cómo le haremos para sacar a esa maligna entidad del ángel caído, el ángel soberbio, a Luzbel? ¿Cómo le hacemos para que se vaya de México? ¿Para que se salga de aquí y no siga con su influencia maligna y mefítica, porque huele a azufre? ¿Cómo le hacemos para que ya no siga propiciando 30 mil, 40 mil muertes violentas al año en este país? ¿Cómo le hacemos?

Pues le decimos: «vade retro Satán” (y cuanto le falte a la fórmula o jacultatoria), pero se lo decimos en grupo.

Y se lo dicen de don Juan Sandoval Iñiguez pa’ abajo y pa’ que suelde, pa’ que amarre, pa’ que agarre, traemos a un demonólogo español.

Yo me sabía de los teólogos, pero me entero que también hay demonólogos. Lo cual está bien, porque si hay luz, tiene que haber sombra; si hay Ying tiene que haber Yang, si hay águila tiene que haber sol.

Siempre es la lucha de los contrarios, esa es la dialéctica también. 

Entonces, a mí ya no me preocupó tanto ¿cómo le hacen para sacar al diablo?, sino ¿cómo le hizo el diablo para meterse?

Y don Juan Sandoval –tan sabio él–, ya nos dijo por qué se nos metió el diablo a México.  Ha hecho un descubrimiento maravilloso.

El diablo se metió y habitó entre nosotros porque aprobamos la despenalización del aborto y, de entonces para acá, la violencia es la norma de la vida porque hemos legalizado el asesinato «in ventre» de miles y miles de personas en este país.

Y, como hemos actuado mal, hemos actuado así, entonces el demonio encuentra que somos una buena clientela para sus designios, viene, se acomoda, dice «de aquí soy, aquí si me hacen caso, aquí si piensan como yo, este no es un valle de lágrimas, este es un reino de pecadores y los pecadores son mis personas favoritas y yo los voy a instigar y yo los voy a estimular para que sigan haciendo el mal».

Y, ya que todas las demás disciplinas fracasaron en el análisis e interpretación de los orígenes y soluciones de la violencia, creo que no nos queda más camino que el exorcismo.

Yo sugiero que no te arrepientas de tus pecados, te sugiero que te portes bien y que, si tienes dificultades para cambiar con tu conducta réproba, entonces acudas al exorcista más cercano a tu corazón o a tu domicilio y le digas: «padre, vengo a ver si me puede usted sacar el Chamuco».

Y si te sacan el Chamuco, pues ya no tendrás problemas. Así es que cambiemos todos y entonemos, respetuosamente, el “vade retro Satán…”