El diluvio: Cándidos y candidatos


Rafael Cardona

El título de esta columna no conoce la equidad de género en la gramática española. sí se habla de una mujer y un hombre con afanes de ganar candidaturas políticas y se les quiere agrupar en un conjunto, se debe decir de ambos, los candidatos; no importa si uno de ellos es mujer.

Ni modo, la gramática es machista, diría alguna recalcitrante feminista quien  no entiende aquello de la señora presidente en lugar de la señora presidenta.

Dios nos libre. Pero en fin. vamos al asunto.

Dicho lo anterior, ignoro si es verdad todo cuanto los refranes populares dicen.

No se si es cierto pero desde muy joven escuché sobre quienes nacen para maceta y no salen del corredor o la relativa sabiduría de los viejos por encima de los diablos o cómo un clavo saca otro clavo; una cadena es tan fuerte como el más débil de sus eslabones y no por mucho madrugar amanece más temprano y una enorme cantidad de frases hechas, consejas, dichos con los cuales se puede crear una enciclopedia del lugar común, sin necesidad de acudir a la tienda gringa y comprar una tarjeta Hallmark o leer a Paulo Coelho.

Ya todo está dicho, lo cual no implica su certeza.

Hasta el pobre Don Quijote, abrumado por la zumbadera de Sancho Panza quien  desde su ignorancia rústica se explicaba en  todo momento el mundo con refranes,  le decía muy serio y fatigado:

“- También, Sancho, no has de mezclar en tus pláticas la muchedumbre de refranes que sueles; que puesto que los refranes son sentencias breves, muchas veces los traes tan por los cabellos, que más parecen disparates que sentencias.

“- Eso Dios lo puede remediar -respondió Sancho-; porque sé más refranes que un libro, y viénenseme tantos juntos a la boca cuando hablo, que riñen por salir unos con otros; pero la lengua va arrojando los primeros que encuentra, aunque no vengan a pelo.

“Más yo tendré cuenta de aquí adelante de decir los que convengan a la gravedad de mi cargo; que en casa llena presto se guisa la cena; y quien destaja no baraja; y a buen salvo está el que repica; y el dar y tener, seso ha menester.

“- ¡Eso sí, Sancho! -dijo don Quijote-. ¡Encaja, ensarta, enhila refranes; que nadie te va a la mano! ¡Castígame mi madre y yo trompojelas!

“ Estoy te diciendo que excuses refranes y en un instante has echado aquí una letanía de ellos, que así cuadran con lo que vamos tratando, como por los cerros de Úbeda. Mira, Sancho, no te digo yo que parece mal un refrán traído a propósito; pero cargar y ensartar refranes a troche y moche, hace la plática desmayada y baja”

Pero a pesar de los consejos de Don Alonso, a la mente de este redactor ha llegado uno de ellos: elogio en boca propia es vituperio.

Vituperio significa claramente “deshonra o humillación”. Eso quiere decir, quien  hable de su persona  con desmedido elogio, con exaltación de sus capacidades, con alzamiento de sus potencias, con estímulo de su narcisismo, se está deshonrando a sí mismo.

No sé si sea cierto, en verdad, pero cuando leo las palabras de la señora Margarita Zavala, tan recatada ella, tan sencilla, tan  siempre a la sombra de su marido cuando el sol sexenal había cegado a otras damas de la Casa Presidencial, no me queda sino recordar el sencillo refrán.

–¿Y cómo dijo de sí misma la dama del perpetuo rebozo?

Pues así nada más (dice el diario Milenio en una entrevista de Juan Pablo Becerra Acosta):

“Luce distinta Margarita Zavala. Menos parca, más elocuente. Se atreve a decir que para estar en la presidencia de la república, para ser la primera comandante en jefe de las fuerzas armadas, ella es mejor, ni más ni menos, que… todos: que Andrés Manuel López Obrador, Miguel Ángel Mancera, Miguel Ángel Osorio Chong, Luis Videgaray, Aurelio Nuño, Manlio Fabio Beltrones, “El bronco” (Jaime Rodríguez Calderón), Ricardo Anaya, Gustavo Madero y Rafael Moreno Valle.”

¿La quiere usted así nomás o la peinamos de chongo?

–Sí te puedo decir que conozco a México mejor que todos los nombres que tú me mencionaste, le dice al reportero.

Uno entiende poco, pero a veces, y estos desplantes son precisamente para llamar la atención. Es como la niña cuyo berrinche en la primaria era para ver si su papá la volteaba a ver y dejaba de hacerles caso a sus hermanos por encima de ella. Es obvio. Se trata de una provocación, pero en el fondo no deja de ser ilustrativo de un pensamiento profundo.

–Espejito, espejito, quien es la más bonita, le preguntaba la reina malvada al azogue encantado desde cuya  pulida superficie salía una voz para elogiarla. Pero un  día llegó Blanca Nieves y, bueno, la historia todos la sabemos.

Yo personalmente no le considero capacidad política (con lo personal no me meto) superior a la de ninguno de los caballeros en su lista de potenciales derrotados. Bueno, no la creo siquiera superior a Felipe Calderón quien  la estimula y utiliza para lograr una reelección por la vía conyugal.

Eso es todo. Lo demás es ver como se alimenta un recién nacido cada tres horas.

CARDONA  DONALD  TRUMP

TRUMP EL INVULNERABLE

Hace muchos años un amigo me ofreció la clave del éxito al menos en materia editorial o de oferta política. Más bien para cualquier asunto en el cual fuera necesario lograr la preferencia general: tira siempre para abajo.

Apela a lo básico a lo instintivo a las cosas cuya presentación no requiera reflexiones; la gente no piensa y cuando piensa lo hace mal; la masa es imbécil y crédula, no busques su cerebro, busca sus glándulas, excita el furor nacional, la simpleza, lo instintivo, habla de valores así sean los nunca practicados, elogia la familia, la seguridad, la fortaleza de la patria.

Y sí lo haces de manera segura, persuasiva, con manotazos en los atriles y las mesas, con vehemencia de guerrero, con gesto de fiereza, los verás desparramarse con chorros de entusiasmo, vencidos por el mensaje firme y sin debilidades.

Hoy Donald Trump colecciona críticos por el mundo. Mientras más personas hablan mal de él y lo exhiben con todos los calificativos posibles, con los denuestos propios de quien merece eso y más, así crece su aprobación.

Su victoria en el “Supermartes” así lo comprueba.

Se podría decir, la popularidad de Trump es inversamente proporcional a las críticas recibidas… fuera de Estados Unidos.

Es una desgracia, pero ni las diatribas de Mario Vargas Llosa, Premio Nobel de Literatura ni los señalamientos del Papa Francisco en torno de la poco franciscana o cristiana actitud del constructor de la muralla imposible, mellan el filo de la espada de fuego con la cual este arcángel del mundo ”red neck”, se ha colocado en la puerta del paraíso americano para expulsar a los “no blancos” e impedir la entrada de quienes carezcan del certificado WASP.

Pero lo más grave de Trump no es su “genial” idea de hacer una muralla de tres mil kilómetros, la cual él mismo ya compara con la edificada hace cientos de años por los chinos para contener a los mongoles y otros enemigos, sin un resultado positivo, por cierto. La gran barrera de los manchúes nunca sirvió para nada, no entonces, ni ahora, excepto como atractivo turístico.

Lo peligroso de Trump es fomentar entre la masa ignorante de los Estados Unidos, cuya vastedad es superior a lo imaginable, la idea de una supremacía económica asociada a una condición racial y una generalizada idea del triunfo como consecuencia directa de la riqueza.

El dinero como explicación única de la vida y sus misterios, la ganancia, el triunfo así entendido, en una sociedad cuya condición de pobreza abundante nunca es divulgada por los propagandistas del “american way”, pero cuya realidad es incontestable.

No todos los americanos disfrutan el sueño americano, pero Trump les hace creer lo contrario y le adjudica a las minorías, especialmente a la mexicana, la dificultad acceder a tan merecido paraíso.

El discurso de la exclusión, el aislamiento (un muro aísla; no conecta) no es sino la forma socialmente impresionante de ofrecer un valor supremo: solos somos mejores.

Obviamente el mundo vive las consecuencias del temor americano. El “american fear” como forma absoluta del control político. No importa si los gringos son republicanos o demócratas; a fin de cuentas resulta lo mismo en términos generales. A todos ellos los domina el miedo. Horror ante las posibilidades del terrorismo, pánico por la pérdida de su seguridad doméstica, desconfianza ante quien les pide el desarme hogareño y el abandono de la fratricida Segunda Enmienda por la cual todo americano es un pistolero orgulloso.

Trump no fomenta los miedos de la clase media; estimula la fragilidad de toda la masa nacional.

Su discurso, hasta ahora aceptado y respaldado cada día por más personas, al menos en el complejo sistema electoral de los Estados Unidos, lo tiene en la apunta por encima de los otros dos radicales derechistas del Partido Republicano y aliado feliz en los delirios del “Tea Party” y el mujerío representado, por Sarah Palin.

Trump estimula también otra de las obsesiones americanas. Resultar ganador.

–¿Frente a qué?

–Frente a cualquier cosa. Ganar no es el resultado de competir, ganar es una forma de confirmarte como americano real. Somos ganadores, somos vencedores.

Y por desgracia, cuando hay un vencedor de esta manera siempre hay perdedores. Los votantes americanos no saben cuánto van a perder en libertades democráticas y avances culturales con un cavernícola con peluquín en la Casa Blanca, como los ocurriría con este grotesco individuo a quien las críticas del mundo solamente hacen crecer y crecer donde importa: entre la mayoría silenciosa, irreflexiva e instintiva del pueblo americano.